"Antes envió a un hombre, a José, que fue vendido como esclavo." (Salmo 104,17)
Dios hace cosas raras. Cuando vemos determinadas desgracias que permite… no terminamos de comprender ni su misericordia ni su providencia. Y solemos revelarnos porque Él no hace lo que a nosotros nos parece que debería hacer… permite lo que a nosotros nos parece que no debería permitir…
La historia de José, de la que habla el salmo, nos ayuda a descubrir que tenemos un Dios que no se especializa en carreras de 100 metros. Es el Dios de las maratones que sabe lo que tiene que hacer en cada momento porque tiene la mirada puesta en la meta final.
Él puede obrar así porque es eterno… ve la totalidad del tiempo en un solo instante. Eso le da paciencia con sus creaturas… porque siempre quiere sacar bien del mal que nosotros generamos.
Como vivimos en el tiempo de respuesta instantánea, de la rapidez de las respuestas… esto nos descoloca. Toda una conversión hacia la eternidad de Dios que tenemos que hacer. ¿Te animás?
Una reflexión del texto: Salmo 104,17
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