El 19 de abril el Papa Benedicto XVI cumplió su primer año al frente de la Iglesia como Vicario de Cristo. Un cumpleaños significa para la persona mirar hacia atrás y hacia delante. Hacer memoria de lo vivido y proyectarse hacia lo por venir. No podemos, ni queremos, ponernos en el lugar del Papa para conjeturar lo que pudo haber pensado o sentido. Si, es nuestra intención recordar las expectativas de muchos y de algunos. También agradecer a Dios por lo recibido de parte de quién El eligió para pastorearnos.
Cuando trescientas mil personas, atraídas por la fumata blanca, se volcaron a la Plaza San Pedro, allí les hablo a ellos y a nosotros que lo seguíamos por la televisión. “Queridos hermanos y hermanas: después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido, a mí, un sencillo y humilde obrero de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con herramientas insuficientes y sobre todo me confío a vuestras oraciones. En la alegría del Señor Resucitado, confiados en su ayuda permanente, prosigamos. El Señor nos ayudará y María, su Madre Santísima, estará a nuestro lado. Gracias”.
Este sencillo obrero del Señor se presentó justamente así. El centro de su vida pastoral es el mostrarnos el rostro amoroso de Dios y la alegría que brota en el corazón desde ese encuentro. Eso produjo un profundo desconcierto en todos aquellos críticos que, en el comienzo, lo condenaban como un hombre frío y duro. Hoy no pueden entender el aparente cambio que el pontificado ha hecho en él. Y claro, no se puede entender lo que no es real, lo que no aconteció. No ha cambiado sino que sigue siendo siempre el mismo, dicen los que lo conocen desde siempre.
Nosotros al tener la oportunidad de tratar en vivo y en directo, a través de los medios de comunicación, la persona y la palabra del Papa, redescubrimos que era verdad lo que decía en ese balcón. Humilde y sencillo, solo quiere trabajar para el Señor. Y en Él y su Madre María pone toda su confianza. Y el cristiano percibe la verdad de sus intenciones y por eso lo escucha con mucha atención.
La cifras pueden ser odiosas, pero en este caso nos ayudan a percibir la magnitud de un hecho. En la Argentina un político puede considerarse muy satisfecho cuando en un acto partidario puede juntar a diez mil seguidores. A lo largo de un año muchísimos más se han reunido para escuchar o celebrar junto con Benedicto XVI. Más de un millón cien mil personas acudieron a las audiencias generales de los miércoles y trescientas mil a las audiencias especiales. Pero esto no queda allí. Setecientas mil personas participaron de las celebraciones litúrgicas y un millón ochocientos setenta y cinco mil de la oración del Ángelus del domingo. Sumando a todos, constatamos que casi cuatro millones de personas han sido congregadas por su enseñanza o su oración.
Y él, sencillo y humilde, pone en el centro de todo a quién debe estar: Dios padre que nos regala la presencia Amorosa de su Hijo y al Espíritu Santo que da vida. Por eso hoy, como hace un año, queremos seguir agradeciendo a Dios por el servicio de este hombre que El eligió y nos regaló como el primer Papa del tercer milenio cristiano.

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