Antes de ser consagrado rey, Dios ofrece a Salomón lo que este quiera para que gobierne con justicia a su pueblo.

Salomón no está interesado ni en riquezas, ni en ejércitos. Solamente le pide al Señor que le de sabiduría para distinguir entre lo bueno y lo malo en sus actos de gobierno.

Y Dios le otorga sabiduría en el corazón, prudencia en sus decisiones y, a causa de ello, prosperidad para su casa y su pueblo.

Hoy nosotros estamos tironeados por muchas enseñanzas contrapuestas. El bien y el mal se confunden y no sabemos con exactitud lo que es correcto.

Hay quienes, con la mentalidad del mundo, deciden solamente a partir de sus intereses o de sus sentimientos… y así les va.

Pidamos la gracia de la sabiduría que el Espíritu Santo nos regala como don. Desde allí saborearemos la Palabra que nos da vida, el camino correcto. Desde ahí podemos distinguir, sin dudas, el bien que corresponde que vivamos a diario.

¿Te animás?

“Salomón respondió a todas sus preguntas: no hubo para el rey ninguna cuestión tan oscura que no se la pudiera explicar.”

Una reflexión del texto: 1° Reyes 10,3

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