Vivimos en un mundo en el casi nadie alza su voz para enseñar a los demás. Pero estamos llenos de maestros sutiles que nos enseñan a vivir.
¿Te has preguntado si estás de acuerdo con lo que dicen los personales de una telenovela o de tu serie favorita? Dicen no enseñarte pero te imponen criterios de vida que no van de acuerdo con lo que vos crees profundamente.
Por eso la cuaresma es un tiempo de oído abierto a la Palabra que no pasa. A la Palabra que enseña de frente el camino de la verdad y te invita a ser libre en tus opciones.
Los caminos de este mundo, a la corta o a la larga, traen angustia y destrucción. La ley del Señor, en cambio, trae armonía interior a quien la escucha con corazón dispuesto.
El oyente atento encuentra consuelo en el único que le puede mostrar las llaves del buen vivir, de la armonía interior. Porque es el que nos trajo a la existencia y tiene el manual de instrucciones para usar correctamente nuestra libertad.
Pero… hay que escuchar y aceptarlo libremente. ¿Te animás?
“La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma.” (Salmo 18,8)
Una reflexión del texto: Salmo 18,8
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