Cada vez que vemos salir el sol nuestro corazón se embarga de una emoción especial. Muy distinta a la melancolía del crepúsculo, el amanecer es un símbolo de la esperanza. Esperanza que deja a un lado las tinieblas de la noche y permite enfrentar lo nuevo con la claridad de la luz que lo invade todo. El amanecer tiene todavía algo de las tinieblas nocturnas, pero ellas se asumen como parte de lo vivido en busca de un proyecto que las supere. Por eso el amanecer nos llena de la vitalidad de los proyectos y las fuerzas renovadas.
Hoy amanece un nuevo año. El que se nos fue, ya es historia. Y como toda historia está cargado de aciertos y errores. Como personas y como país hemos crecido en muchas cosas. En otras nos estancamos y, en algunas, retrocedimos.
Hoy es tiempo de mirar hacia atrás para purificar nuestra memoria. Ciertamente debemos crecer muchísimo en el dialogo para tener un proyecto de nación.
Pero sobre todo debemos mirar hacia delante. Como el amanecer nos enseña: la mirada puesta en la luz que se avecina nos ayuda a redoblar el esfuerzo por conseguir lo mejor para nuestras vidas.
Y esa mirada hacia el porvenir, es para crecer, en primer lugar, como personas. No basta con tener muchas cosas, porque el tener que acapara, a la larga sólo nos deja el corazón vacío. Hace falta ser mejores, más buenos, más honestos… mejores personas.
Trabajar el propio corazón y la propia vida no nos hace mejores si nos encerramos en nosotros mismos. Crecemos como seres humanos en la medida en que nos encontramos con nuestros hermanos. La solidaridad no es una palabra linda que debe adornar nuestros discursos. La solidaridad es una verdad de nuestras vidas en la que se halla escrita nuestra felicidad. Sólo en la medida en que nos sabemos abrir a los demás, con una mano abierta y franca a las necesidades del otro, sólo en la medida en que tengamos esta actitud, la armonía en nuestro interior y en nuestra vida dará frutos de paz para cada uno de nosotros.
Aquí no termina el camino. No basta solamente con abrirse a las necesidades del otro que está al lado mío para crecer en la solidaridad. También debemos tener una “solidaridad social” por así decirlo. El amanecer de un nuevo año nos debe encontrar con la firme decisión de abrirnos a las necesidades de nuestra nación. Estar atentos a las implicancias de mis obras en la construcción del bien común hará que se haga realidad una patria más justa y más fraterna.
El amanecer supone la luz que viene sobre nosotros. Y el amanecer en la esperanza de un nuevo año sólo será posible si nos dejamos iluminar por esa luz que viene de lo alto: la presencia del Dios vivo que sale a nuestro encuentro y golpea a las puertas de nuestro corazón para que lo dejemos entrar.
La esperanza cristiana nace de un corazón que se encuentra con Dios y, desde allí, logra la armonía interior por el encuentro solidario con el cercano y su actitud de ciudadano comprometido con el presente de su patria. Este es el amanecer que les deseamos a cada uno de ustedes en el inicio de este nuevo año.