En nuestros oídos todavía resuenan las palabras con las cuales Lucas nos cuenta los sucesos acaecidos en esa noche perdida en el tiempo, pero llena de una nueva presencia de Dios entre los hombres. Un relato breve que está poblado de los matices propios de quien ha estado en el lugar y guardó en su corazón todo lo que ocurría allí. Si lugar a dudas, ha sido la Virgen María quien ha confiado sus secretos, en sus largas charlas con el redactor del Evangelio.
Con breves palabras se nos recuerda como fue el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre. Y luego como la noticia fue contada a los pobres que en el campo cuidaban las ovejas. La gloria del Señor los envolvió con su luz y pudieron enterarse del misterio profundo de la primera navidad: el Dios creador del mundo se abajo para habitar entre las criaturas, tomando el rostro de un pobre bebé que descansa en un pesebre. Las maravillas de un Dios que hace las cosas a su manera y nos descoloca porque esperamos de Él solamente grandezas, milagros y prodigios.
Por esto las palabras del ángel a los pastores no dejan de sorprendernos: “No teman, porque les traigo una buen noticia, una alegría para todo el pueblo”. ¿Cómo puede ser que el anuncio de una alegría puede ocasionar temor? ¿Por qué el ángel tiene esta delicadeza de alejar primero los miedos para anunciar una noticia que es capaz de transformar la vida dando serenidad y paz?
Naturalmente nosotros tememos lo contrario a lo que amamos. Así hay un temor bueno que aleja de nosotros las cosas que afectan lo que es realmente bueno dentro de nuestra vida. Por otro lado, nuestra vida se puede desordenar y podemos poner en el centro de nuestro amor cosas que deberían ocupar otro lugar. Así el temor nos puede alejar de Dios o de su Palabra cuando esta no es lo más importante en el orden de nuestros valores. Esto ocurre cuando la maldad, manifiesta u oculta, nos desestructura. O, para decirlo con otras palabras, cuando el pecado personal o social se hace dueño de nuestros pensamientos o acciones.
Porque los pastores, como todos los seres humanos, estaban desordenados por la maldad, el ángel los exhorta primero a no temer y luego des da la buena noticia, para ellos y para todo el pueblo: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”. Un salvador: ¿de qué? De los poderes de las tinieblas que, con la luz del Señor, se comienzan a disipar en esa primera Navidad.
Por todo esto la fiesta de hoy es celebración del amor de Dios y del amor a los hombres. Es fiesta de luz y de paz. Es fiesta de esperanza que aleja el temor. Es la fiesta del Dios que se hace cercano, que se hace hombre y recomienza su historia entre nosotros desde la pobreza de un pesebre.
Hoy, como ayer, las palabras del ángel resuenan también para nosotros: : “No teman, porque les traigo una buen noticia, una alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.

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