Prof. Carlos Andrade

Cuando se nos vino a la mente la idea de visitar, conocer Machu Picchu, mis compañeros de viaje y yo comenzamos a interiorizarnos  sobre ¿Quiénes eran los incas? y ¿Qué era Machu Picchu? Qué era de esa ciudad mágica, de tantos misterios, de tantísimas leyendas.

Comencé a recordar distintos autores que habían investigado sobre esta cultura, sobre lo que fue este gran imperio. Recordaba cómo se planteaba algunas de sus características culturales, qué significaba para este pueblo el Inca y por qué se le atribuía ser heredero del sol y ser su hijo.

Otros autores buscaban comparar constantemente con otros pueblos y otras ideologías, por ejemplo, por el sentido de cierta equidad social que se intentaba imponer y por el orden comunitario, en algunos textos figuraban como el primer comunismo o se lo mencionaba como un pueblo de características socialistas. Y a veces en estos análisis medios presurosos y de alta carga ideológica, se dejaban al margen otras particularidades que le eran propias  a este pueblo y otras que compartían las llamadas culturas del maíz, que poblaron el suelo del continente hoy llamado (y bautizado por los europeos) América.

Y algunos escritores y seudohistoriadores un poco más imaginativos (por no usar otros calificativos) atribuían gran cantidad de sus obras a seres de otros planetas.

Cusco (nombre que quedo para designar esta región ya que los españoles no podían pronunciar bien el quechua y transformaron el vocablo de lo que era la capital de este vasto imperio) era un lugar que se caracterizaba por la diversidad de roles sociales y políticos, aunque el Tahuantisuyo tenia lugares al que designa más en manera particular, por ejemplo funciones religiosas (la  Isla del Sol, en el lago Titicaca). Pero era considerada de suma importancia proteger y servir. Cusco es hoy un lugar que bien tiene designado el calificativo de capital Arqueológica de América Latina, ya que los museos y los sitios arqueológicos así lo reflejan, y hay un muy buen criterio de conservación de estos sitios cargado de historia, aunque ignoro si esta política de mantener y darle importancia a los repositorios es contemporánea o hay un trabajo de años.

Así los puestos de control como Puka Pukara o Saqsaywaman, que servían de defensa y seguridad, como los lugares destinados a templo religiosos como Q’enqo, hoy son vestigios, ruinas y testigos silenciosos del ingenio, creatividad y capacidad de ingeniería y de búsqueda de superación constante del llamado inca (aunque esta designación no es precisa ya que solo recibía el nombre de inca, el líder del pueblo no así sus ciudadanos, pero esa es otra historia).

El espíritu de esfuerzo, toda una cultura del trabajo en común, tenaz y resistente aun a la adversidad de la geografía, se manifiestan en los diversos cultivos de terraza que se realizaban en las laderas de las montañas; el acondicionarse a las dificultades de un clima a veces de un frío extremo; y en algunos lugares vencer las sequías, ingeniársela para canalizar el agua, desde altas cimas para el riego.

Hoy Cusco es patrimonio cultural del mundo, para los incas era el centro de la tierra, desde allí partieron oleadas de tropas que conquistaron y ocuparon casi todo el espacio de Sudamérica.

Utilizaron diferentes tácticas para el dominio, desterraron pueblos si se resistían al mandato del Hijo del Sol, fueron hábiles guerreros, grandes administradores y economistas, buscaban que el trabajo sea comunitario y así se distribuían las posesiones.

Nos legaron un mensaje de trabajo y de sacrificio que debería ser escuchado por más de un oído y trasmitido por más de una boca, “no ser ocioso, no ser mentiroso, no ser ladrón”

Resuenan frases como esta, en los actuales pueblos de Perú y Bolivia, en su gente campesina, tan humilde, sumisa y silenciosa, que muestran la constante lucha por sobrevivir, cargados de trabajo y esperanzas.

Demuestra que es una cultura para admirar.