Prof. Carlos Andrade

Cuando se trata de hacer memoria se hace difícil dejar  fuera otras memorias. Vienen a la mente muchos recuerdos de varias historias que me contaron, que leí y que viví.

Por un lado llevo a la rastra lo académico que me acompaña y estuvo bien presente para narrar lo que ahora intento narrar. El ser profesor de historia, el ser un apasionado de las ciencias sociales (aunque yo sostengo que todas las ciencias son sociales), me hizo reflexionar, al tiempo que pisaba los distintos sitios que conocimos, sobre lo que fue una América sin europeos y lo que fue después del encuentro, de ese encuentro de Dos Mundos, de dos cosmovisiones que se las intenta analizar como tan diferentes y que a veces las ópticas se traslucen, por que los cristales no son los apropiados para observarlas.

Descubrí América de contrastes, de fenómenos de transculturación, de entramados tan difíciles de desentrañar, de hilos finísimos mezclados entre tantas leyendas y palabras, que aún parecen resonar en la paredes de las casas aborígenes, que como testigos mudos vieron pasar tantos cambios, casas que se encontraron de un momento a otro, con un clima alterado, por la llegada de una visita inesperada.

¿Cómo habrán sido de los rostros de los europeos, españoles primero y de esas miradas nativas, de esos mal llamados indios, que esperaban ansiosos a sus dioses y su retorno a su tan amada tierra?

¿Cómo juzgar desde un hoy, a alguien que buscaba olvidar la conquista que sometió durante tanto tiempo al reino de Castilla por parte de los moros?

Y en el suelo americano todo se hizo confusión, peleas, fratricidio, un imperio resplandeciente en una mañana y en un atardecer eran solo ruinas opacas, solo añoranzas de una gloria que pasó y el sentimiento de despojo de los dioses que parecen olvidar el mar, los astros, los cultivos, el ganado, la tierra madre que lo engendró.

Se ve en los rostros cobrizos, la marca de un pasado que a veces parece recordarse más forzosamente que por amor a las raíces vernáculas.

En los paisajes parece grabarse los claros y oscuros de un pasado que confunde.

Aparecen luces y sombras de un reino que atribuía al sol y a la luna, los trabajos y la vida toda.

Las esperanzas se reflejan en las piedras donde se edifica la actual Cusco que, heredera de las llamadas culturas del maíz, se creía eterna, inexpugnable, pero como todo imperio vio descender hasta lo más bajo, postrando toda su otrora gloria, para ser ahora solo un pueblo que intenta recuperar su memoria.

No debemos caer en anacronismos y dar respuestas rápidas a un proceso que duró muchos años, como tampoco podemos eliminar la falibilidad, lo inestable de nosotros mismos, las personas que en fin realizamos la cultura.

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