La concupiscencia es madre del pecado. (Santiago 1,15)
En nuestra vida siempre queremos hacer lo que es bueno. Es el deseo de todo ser humano.
Pero estamos tironeados por muchas cosas que se nos presentan como bienes… aunque están preñados de maldad.
A este tironeo interior la Biblia le dice “tentación”.
Santiago nos dice que no es Dios el que nos tienta. Son nuestros deseos interiores los que nos ponen por delante la maldad. Esto tiene un nombre en la Revelación: concupiscencia.
Desear los bienes materiales no está mal. Está en nuestra naturaleza humana el uso y el goce lícito de todas las cosas.
Pero cuando deseamos demasiado lo material, se nos desordena la mente. Y el corazón elige cosas que son malas… o usa medios malos para conseguirlas. Esta acción errada también tiene un nombre bíblico: pecado.
Santiago nos advierte que la concupiscencia es la madre del pecado. Nos invita a estar vigilantes en el Bien, a no dejarnos seducir por los bienes efímeros y descartables que pasan.
¿Te animás?
Una reflexión del texto: Santiago 1,15
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