“Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has oído las palabras de mi boca.” (Salmo 137,1)

Dios es grande y poderoso. Dios es espíritu que está infinitamente más allá de todo lo material. Dios está por encima de todo ser viviente. Su majestad infinita se alza por encima de todos los hombres, incluso sobre los más poderosos del planeta.

Y, sin embargo, es el Dios atento a las necesidades de cada una de sus creaturas. Con corazón de madre tiene el oído abierto a nuestros clamores. Y los escucha. Y nos responde… no está obligado a hacerlo… pero lo hace.

El corazón del verdadero creyente sabe la distancia abismal que tiene con su creador. Se siente, porque así lo enseñó Jesús, con la valentía de dirigirse con sus necesidades frente a su Majestad.

El corazón del verdadero creyente sabe que es escuchado por gracia y no por la fuerza de la propia palabra.

Por eso el corazón del verdadero creyente es agradecido al Dios que escucha, al Dios que responde.

Estamos en un mundo que nos dice que somos el centro de todo… que todos nos deben favores… que tenemos derechos que deben ser cumplidos.

Estamos en un mundo que se olvida que el centro de todo es Dios, que es en Él en quien debemos referenciarnos. Y por esto… estamos en un mundo que se olvida de agradecer a Dios por la vida, por el mundo, por su obra de salvación.

Y vos… ¿Te animás a ser agradecido?

Una reflexión del texto: Salmo 137,1

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