El Cardenal colombiano López Trujillo, durante esta semana, desató una polémica en su país. Simplemente les recordó a los católicos que deben actuar como católicos. Y que eso se tiene que reflejar en toda su vida. También les recordó las consecuencias espirituales que brotan de las faltas contra la ley de Dios. Si hubiera dicho estas cosas porque blasfemaron contra el nombre divino, lo hubieran ignorado. Si las hubiera dicho en el contexto de actos de corrupción, sus palabras hubieran corrido la misma suerte. Sin embargo esas palabras no fueron ignoradas y desataron una fuerte conmoción en ese país sudamericano. Es que el Cardenal les recordó a los católicos que deben comportarse como católicos en todo, incluso frente al aborto.
En una entrevista concedida a una cadena radial colombiana el Cardenal Alfonso López Trujillo, explicó que los médicos que practicaron el primer aborto legal de ese país, a una niña de 11 años, han quedado excomulgados. Lo único que hizo fue recordarles la pena que hay para los católicos, hacia dentro de la Iglesia, frente a este tema. Para entender esto tenemos que repasar al Código de Derecho Canónico.
El canon 1398 establece que quién procura el aborto, si este se produce, incurre en excomunión automática. En cuanto a los cómplices, el canon 1329 dice que incurren en la misma pena correspondiente al delito “siempre que éste no se hubiera cometido sin su ayuda”. Dentro de los cómplices están los médicos, enfermeras, familiares o conocidos que instigaron..
Las consecuencias de la excomunión, entre otras, son: la prohibición de tener cualquier participación ministerial en la celebración en el Sacrificio Eucarístico o en cualesquiera otras ceremonias de culto; celebrar los sacramentos o sacramentales y recibir los sacramentos; y desempeñar oficios, ministerios o cargos eclesiásticos, o realizar actos de régimen. En el Derecho actualmente vigente en la Iglesia se han reducido al mínimo este tipo de penas. Hay sólo siete excomuniones automáticas y el caso del aborto es una de ellas. La finalidad de estas penas canónicas es reparar el escándalo (o sea, procurar el bien común y frenar la incitación al mal que todo delito entraña, sobre todo, por el mal ejemplo), restablecer la justicia y procurar la enmienda del culpable.
Todo esto puede parecer exagerado. Pero hay que recordar que el aborto no es una cuestión de salud de la madre sino que es una condena de muerte contra un ser humano inocente, en el seno de una madre. Para ayudarnos a comprender y vivir esto, la Iglesia nos recuerda a los católicos que quien se hace, ayuda, aconseja o financia un aborto queda fuera de la comunión espiritual de la Iglesia. Una pavada, dirán los que no creen. Pero es algo muy serio para aquellos que conocen y creen en el Dios vivo.
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El cardenal López Trujillo ha sido un eminente faro en esta lucha, tanto por su lucidez como por su combatividad. Y claro, tuvo que pagar el precio de la calumnia, la persecución, la difamación de los que se irritan frente a la verdad, de los cuales ya habló el protomártir Esteban en el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 7, versículos 51 a 55. Pero el tiempo urge, es breve, y hay que entregarse a la buena causa de la vida por entero, sin miedos ni titubeos y previendo que la lucha no será un lecho de rosas, pero que la vida triunfa con la resurrección de Jesucristo y con la vida eterna que nos regala.