Este Evangelio me dejó pensando. En mi vida y en lo que veo, también, en la vida de la Iglesia.
Es la parábola de los trabajadores invitados (Mt 20,1-16) a distintas horas del día a trabajar en la Viña del Señor (que es una de las imágenes bíblicas para hablar de la Iglesia de Cristo). El desconcierto me lo producía la moraleja final del relato:
“Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos” (16)
¿Se refiere a que cobrarán primero los que comenzaron a trabajar al final? No creo que ese sea el sentido de la moraleja.
Más bien viene ésta como consecuencia de la pretensión de los que trabajaron todo el día en la Viña y se animan a encarar al “Jefe” para que actúe en justicia y su pago sea mayor que el de los otros que hicieron poquito. En esta queja está el hecho de ser primero o último en el momento del “cobro” por el trabajo realizado. Literalmente dicen:
"Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada". (12)
Un paralelo en otra parábola
Me parece interesante comparar la queja de estos empleados con la de otro personaje: la del hermano mayor de la parábola conocida como la del “hijo pródigo”. Allí, cuando se entera de la fiesta que ha desatado el regreso del hermanito a la Casa del Padre, expresa esta amarga queja:
"Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!". (Lc 15,29-30)
La queja es por el mismo tema: sos injusto porque le das al otro lo mismo que a mi… sin tener en cuenta que yo te he sido siempre fiel, yo he estado siempre contigo, trabajé de sol a sol en tu viña… en definitiva, sos injusto porque no tenés en cuenta mis méritos.
El drama del que “se las cree”
Estos personajes creados por Jesús son para poner de manifiesto un drama muy grande en el interior de su comunidad. Es la de creernos que Dios está endeudado con nosotros por ser sus fieles seguidores.
Es la de pensar que lo merecemos todo por ser fieles en medio de un mundo infiel. Jesús no objeta la fidelidad del hermano mayor o del jornalero que trabajó todo el día.
Jesús pone de manifiesto que, en ese permanecer fiel, se ha colado otra actitud en el corazón que debemos revisar… porque está escondida detrás de todo el bien que hacemos.
La raíz olvidada es que la Gracia es gratis, no merecemos el Reino de Dios o la Vida Eterna por nuestros actos. En definitiva lo de ser polvo y volver al polvo de la nada (Gn 3,19) es nuestro destino “natural”.
Si hay esperanza de Vida Plena, de resurrección, es porque:
"Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna." (Jn 3,16)
Para expresarlo con las palabras de la parábola de los trabajadores de la viña:
Vas a recibir al final de los tiempos tu denario NO porque trabajaste y te lo ganaste SINO porque el Padre es generoso y dispone de “sus bienes” como Él quiere.
Más preciso: hay un don (el “denario”) que supone tu tarea bien hecha en este mundo. Pero no olvides que, antes que nada y sobre todo, es DON.
Los primeros que son los últimos no son los que trabajaron de sol a sol, sino los que creyeron que con su sólo esfuerzo bastaba para conseguir el premio… serán últimos porque, al final del día, no entendieron nada del amor misericordioso del Padre.
El puesto o la dedicación no te define
Es interesante que los personajes centrales de las dos parábolas sean el mayor y los mas trabajadores. Tal vez un llamado a que, como Iglesia, pensemos en la tentación de la “autoreferencialidad” (como diría Francisco).
Al mérito indiscutible de la fidelidad en el transcurrir de los años y la entrega fecunda al trabajo apostólico… se puede unir de manera sigilosa el orgullo, el “creérsela”. Es una tentación que debemos percibir como posible y rezar para no caer en ella.
Una tentación que lleva a la instalación en espacios de poder que suponemos viene del “merito” de mis trabajos y que hace que yo sepa lo que hay que hacer mejor que los demás (“por mi experiencia, viste”).
O que nos llevan a despreciar a los que “menos hacen” o son “infieles”, “inconstantes”… en definitiva, “no están a mi altura”.
Lo peor de todo es que, de manera muchas veces inconsciente, se lo hacemos sentir el resto de la comunidad. O porque nos ponemos en pedestales ficticios o porque tenemos palabras o actitudes concretas de desdén o desprecio. Y de esto estamos tan llenos en nuestras comunidades… ¿no?
De paso… otra tentación posible
La tentación de no meterte en nada de la Iglesia amparado en una falsa humildad: no quiero figurar, no pretendo grandezas…
Si el Señor te pide que trabajes en su Viña… trabajá en su Viña con esmero, dedicación y humildad. Porque también de eso depende que recibas tu “denario” al final de la jornada.
Te escucho en los comentarios.
Muy buena reflexión. Gracias Padre Fabian!! Bendiciones desde Montevideo Uruguay!!
En sentido civil fallamos con nuestros hijos al hacerlos más a unos que a otros premiamos más a fulano o a mengano que se la cree de ser el que dicte juicio a sus consanguíneos ....
En el término católico en la comunidad que n donde servimos, lamentablemente se a manifestado tanto el aspecto de poderes en los cuales
La mansedumbre y soltura de algunos representantes
A muchos compañer@s se han creído ser los preferidos cuando por final de cuentas es un servicio para Dios no para ellos mismos
Es lamentable sentirnos merecedores de un puesto en la iglesia o mejor que los demás a tal grado de hacer el chismorreo por sumir a otros
Creo que estamos mal y si no disernimos que es la humildad
El estatus social nos ganará y nos seguiremos creyendo ser superiores ante los demás