Cuantas veces nos quedamos con el exterior del otro. O con sus obras que son interpretadas desde las etiquetas que les ponemos...

Cuantas veces, cuando nos animamos a ahondar la cáscara agreste y espinosa de una persona, encontramos que su corazón está lleno del agua viva que solo el Espíritu de Dios puede dar. Entonces nuestros juicios se evidencian como cortos, torpes, miopes...

Por algo el Maestro pide cuidarnos de los troncos que tenemos en nuestra mirada. Sólo así la pelusa en el ojo ajeno adquiere su justa dimensión: es pelusa... pero ni es tan grande; ni tan espinosa; ni tan seca como me parecía a simple vista.

¿A qué viene todo esto? A que en estos días he borrado muchos comentarios que se quedan con la cáscara de la realidad y de las personas. Juzgamos y condenamos demasiado rápido; dividimos en bandos; enarbolamos banderas; ponemos límites y... luego... queremos que el otro se ponga de nuestra parte exigiéndole que "tome partido" por la verdad contra la mentira, por los buenos contra los malos...

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3 Comments

  1. No sé bien qué habrá pasado, pero siempre viene bien recordar algunos versos del poema mas bello jamás escrito:

    Creció como un retoño delante de nosotros,
    como raíz de tierra árida.
    No tenía apariencia ni belleza,
    ni aspecto que pudiésemos estimar.
    Despreciable y desecho de hombres,
    varón de dolores y sabedor de dolencias
    como uno ante quien se oculta el rostro,
    despreciable, y no lo tuvimos en cuenta.
    Is. 53

  2. Buenos dias padre. Coincido plenamente con ud, lo esencial de cada uno es invisible a los ojos, recordando algo que lei. La misma persona puede parecer diferente segun la ocasion. Es bueno poder percibir y discernir entre ella y su imagen.