Uno de los grandes dramas humanos es el ego desmedido. Es un mal que está en la raíz de cada corazón humano y quiere imponernos sus reglas de vida.
El ego es querer que todo de vueltas alrededor de mis propios sentimientos, mis intereses, mis necesidades.
Entonces exijo que mis cosas se transformen en el centro del mundo en el que vivo.
La consecuencia inmediata es que me olvido de las necesidades de mis hermanos.
Esta es la puerta de entrada para los conflictos de intereses, las luchas, los odios, las broncas…
La Sabiduría de Dios nos invita a un camino existencial diferente. Es el de descubrir al otro como importante, como alguien digno de ser amado. Esto se traduce en actitudes de paz, de bondad, de misericordia, de conciliación. Todo un desafío. ¿Te animás?
“Donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad.”
Una reflexión del texto: Santiago 3,16
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