La ambición es el camino que este mundo propone para realizarse en la vida.

El ambicioso siempre quiere tener más. Ya sea dinero, sexo, poder… todo aquello que supone que le va a dar felicidad, bienestar, seguridad en la vida.

Y cuando no lo logra, mira al otro y la envidia nos inspira malos deseos frente al éxito ajeno. Es que, de una, suponemos que el bienestar del otro es causa de mis fracasos. Y se desatan las contiendas que destruyen personas y comunidades.

Como cristianos debemos estar cada vez más convencidos que es más valioso ser que tener. Ser buena persona, crecer en valores, cultivar las relaciones fraternas basadas en el amor… es el tesoro que permanece y nos da armonía interior.

Ser amigo de Dios significa dejar a un lado los caminos que el mundo para lograr el éxito. Toda una conversión a la cual estamos llamados. ¿Te animás?

“El que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios.”

Una reflexión del texto: Santiago 4,4

https://youtu.be/Fdq7gjobmi4

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