Cristo sigue muriendo hoy de muchas maneras... el flagelo de las drogas es una manera de crucificarlo. La Iglesia, como madre, lo sigue teniendo entre sus brazos.
Nuestros Obispos nos invitaron a no quedarnos de brazos cruzados:
"La gravedad del tema requiere una actitud definida de toda la comunidad. Todos estamos invitados a participar de esta Jornada y hacer de ella un silencioso y profundo clamor que exprese nuestra decisión de erradicar este flagelo, prevenir y acompañar a nuestros hermanos y familias que han sido sus víctimas, y rezar por la conversión de quienes lucran con la vida de nuestros jóvenes."
Y empezar a hacerlo de una manera muy concreta... muy cristiana:
"Convocamos a todos los que comparten nuestra Fe y a los hombres y mujeres de buena voluntad, a una jornada de ayuno y oración, pidiendo a Dios Padre que mueva y sostenga los corazones y las voluntades de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de los recursos de la Ley, para frenar la perversa y devastadora fuerza de las drogas. Rogaremos también por la construcción de “una cultura del encuentro y la solidaridad, como base de una revolución moral que sostenga una vida más digna”, y por la conversión de los narcotraficantes.
El día que proponemos para esta Jornada es el 7 de diciembre, primer sábado de Adviento. Ese día, en las diócesis del País, en las catedrales y santuarios, en las parroquias y capillas, se celebrará la Santa Misa por esta intención, recordando especialmente a los enfermos, a sus familiares y a los fallecidos por causa de este flagelo.
La oración es una expresión de confianza dirigida a nuestro Padre Dios que siempre quiere lo mejor para sus hijos, y conoce muy bien lo que padecemos y sufrimos cuando un niño, un joven o un adulto pierden la libertad, la salud y hasta la propia vida por causa de las drogas."
De paso, un pedido especial: como es el mismo día en el cual cumplo 20 años de sacerdocio, recen también por mí fidelidad a la vocación.