¿Cuándo un humano comienza a ser humano? La pregunta parece el cuestionamiento retórico de quién tiene ganas de discutir temas especulativos, bastantes alejados de la realidad cotidiana y sólo aptos para especialistas que no tienen otra cosa de hacer.
Sin embargo esta pregunta es crucial para el destino de millones de seres humanos. ¿Por qué? Porque cuando se comienza a ser humano se comienza también a tener derechos, todos los derechos humanos.
Muchos científicos sostienen que en el preciso momento en que la carga genética del espermatozoide se une a la carga genética del óvulo, en ese preciso instante el humano comienza a ser humano.
Otros sustentan que este comienzo de la humanidad es en el instante en que el óvulo fecundado se anida en el útero de la madre. Este viaje de unos pocos centímetros en el cuerpo materno, al nuevo ser que allí habita le lleva ocho largos días.
Este 27 y 28 de febrero se llevará a cabo en el Vaticano un Congreso Internacional que debatirá sobre esta cuestión. Especialistas de todo el mundo tratarán el tema: “El embrión humano antes de la implantación. Aspectos científicos y consideraciones bioéticas”. Como no es suficiente examinar el embrión con el microscopio, para tener una visión global habrá aportaciones genéticas, morfológicas, bioquímicas y de biología molecular.
El ginecólogo Adriano Bompiani, presentando lo que ocurrirá durante esta semana, planteó que “nos topamos con los conceptos de vida humana; ser humano; individuo humano; persona. Reflexionar sobre estos conceptos es, obviamente, objetivo de la ontología. Pero, a mi modo de ver, esto se debe hacer tras haber descrito y comprendido lo que se verifica pocas horas después del encuentro entre un óvulo y un espermatozoide vivos y pertenecientes a la especie humana”.
Luego dijo que “los conocimientos embriológicos y genéticos actuales nos dan indicaciones preciosas acerca de que el embrión tiene la identidad específica de una persona humana. La identidad la determina fundamentalmente, si bien no solamente, el genoma humano, presente y activo desde la concepción”.
A raíz de esto concluye que, “si bien sea imposible demostrar empíricamente una presencia personal desde la concepción, la reflexión filosófica sobre el estado bio-antropológico del embrión humano indica una incongruencia de la humanización indirecta o gradual con la visión del individuo humano como una unidad sustancial de espíritu y cuerpo”. En otras palabras, a la criolla, el hombre es hombre desde el momento en que el óvulo se une al espermatozoide, gestándose así un nuevo ser humano.
Plantear esta discusión no es una cuestión menor. Si, como algunos suponen cada vez con menos razones científicas y filosóficas, el bebé comienza a ser bebé en el seno de su mamá recién a los ochos días de concebido, entonces en esa semana previa a su anidación, no tiene ningún derecho ya que no es todavía humano. Entonces lo que se haga en su contra no es una violación de los derechos humanos. Veámoslo con otras palabras: el espiral (o diú) o la pastilla del día después, entre otros métodos que no permiten la anidación, no son un crimen, es decir un atentado contra una vida humana, sino el desecho de un simple material genético descartable. Así de sencillo, así de profundo, así de trágico es el argumento del silencioso genocidio que se puede estar cometiendo.
Cuando la iglesia habla de estos temas, muchos piensan que es sólo por cuestiones dogmáticas. Por esto la Pontificia Academia para la Vida, para debatir sobre el ‘estatuto jurídico’ del embrión, tiene especial cuidado de convocar no sólo a teólogos y filósofos, sino sobre todo a los mejores científicos del momento. Es la seriedad de quién quiere conocer la verdad. Es la actitud de quién se toma en serio defender los derechos de todo hombre, porque ya es humano quién está en camino a serlo.

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