Durante esta semana ocurrió un hecho que prácticamente fue ignorado por la gran prensa mundial. Un hombre de noventa años, sentado en su silla de ruedas, fue asesinado con tres certeras puñaladas en el cuello por una mujer desquiciada. Era el Hermano Roger Schutz.
Cientos de miles de jóvenes de todo el mundo están participando de la Jornada Mundial de la Juventud. En un rito que comenzó con Juan Pablo II, con la presencia silenciosa en la organización del Cardenal Argentino Eduardo Pironio, Benedicto XVI sale al encuentro de los gozos y dolores, esperanzas y proyectos de las nuevas generaciones. Es un encuentro de fe en Jesús Resucitado con el Vicario de Cristo en la tierra. Muchos de esos jóvenes, antes de llegar a Colonia, pasaron por una pequeña población de Francia: la Comunidad de Taizé. Allí gustaron en la oración la Presencia del Resucitado.
El Hermano Roger es el fundador de esa comunidad. Todo comenzó en agosto de 1940, cuando a los 25 años este hijo de un pastor reformado dejó Suiza, su país de nacimiento, para ir a vivir a Francia.
En plena guerra mundial, se instaló en el pequeño pueblo de Taizé. Luego se le unieron otros jóvenes y el día de Pascua de 1949 los primeros hermanos se comprometieron para toda la vida en el celibato, en la vida en común y en una gran sencillez de vida.
Desde finales de los años cincuenta, el número de jóvenes que acuden a Taizé ha aumentado sensiblemente. La Comunidad de Taizé reúne hoy a unos cien hermanos, católicos y de diferentes orígenes evangélicos, procedentes de más de 25 países. Por su misma experiencia, es un signo concreto de reconciliación entre cristianos divididos y entre pueblos separados.
Provenientes de todo el mundo, los jóvenes se encuentran hoy en Taizé todas las semanas del año para participar en encuentros que pueden congregar entre dos domingos hasta seis mil personas, representando a más de 70 naciones. Con los años, centenares de miles de jóvenes han venido a Taizé para meditar sobre el tema «vida interior y solidaridades humanas». En los manantiales de la fe, tratan de descubrir un sentido a su vida y se preparan para tomar responsabilidades allí donde viven.
El miércoles, al entrarse del suceso, Benedicto dijo que “esta noticia me ha afectado todavía más porque precisamente ayer recibí una carta del Hermano Roger muy conmovedora, muy cariñosa. En ella, escribe que en el fondo de su corazón quiere decirme que “estamos en comunión con usted y con los que se han reunido en Colonia””. Allí, el fundador de la Comunidad Ecuménica explicaba al Papa que “a causa de sus condiciones de salud, por desgracia no habría podido venir personalmente a Colonia, pero que habría estado presente espiritualmente junto a sus hermanos”.
“El hermano Schutz está en las manos de la bondad eterna, del amor eterno, ha llegado a la alegría eterna. Nos invita y exhorta a ser fieles trabajadores en la Viña del Señor, también en situaciones tristes, seguros de que el Señor nos acompaña y nos da su alegría”, reflexionaba el Vicario de Cristo.
Todo esto a nosotros nos hace recapacitar sobre la importancia de las noticias. No todo lo que ocurre está en los diarios. Es más, lo más importante generalmente pasa desapercibido para muchos, menos para nuestro Padre que ve en lo secreto. Por eso estamos seguros de que el hermano Roger ya “está en las manos de la bondad eterna”.

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