Ya les hice referencia a Ismael Quiles, filósofo jesuita argentino citado por el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium. También les hice la promesa de compartirles un trozo del texto que leí hace mucho tiempo, en épocas del Seminario, de este autor. Pues bien... las promesas se cumplen ahora.

Lo que viene a continuación está entre las páginas 129 y 131 del libro "Filosofía de la Religión" (1949).

Todo lo que hemos dicho hasta el presente da una idea de lo que pensamos acerca del camino por el que el hombre concreto, tal como existe, suele llegar a conocer la existencia de Dios, prescindiendo de ciertos caracteres esencialmente racionales a quienes fascinan los argumentos metafísicos, y de los otros que en el extremo contrario ven con un relieve indubitable el valor de los argumentos inmediatos de la existencia de Dios. Tratemos por nuestra parte de reconstruir ahora brevemente el proceso concreto por el que el hombre suele llegar al conocimiento cierto de la existencia de Dios. Creemos que es un proceso complejo y que en él tienen su parte los diversos elementos por los que el hombre se halla ligado con su inteligencia, con su voluntad y con todo su ser a lo absoluto. Por eso no proponemos exclusivamente los argumentos racionales para probar la existencia de Dios.

Creemos que influyen en nuestra marcha hacia el conocimiento de Dios los siguientes elementos:

inclinación invencible del hombre a buscar el por qué, la última explicación de las cosas, primero del mundo externo, y luego del hombre mismo cuando adquiere una conciencia de sí.

sentimiento de nuestra insuficiencia en el mundo para llenar las hondas aspiraciones que sentimos de una felicidad y de una grandeza que nos sacie por completo; este sentimiento se manifiesta de una manera más vehemente ante la desgracia que somos impotentes para evitar, el íntimo dolor que por ello nos afecta y nuestra impotencia ante la muerte.

3° cierto anhelo de salvación brotado de la con-ciencia de nuestra insuficiencia, que nos impulsa a buscar el apoyo y la seguridad de nuestro ser fuera de nosotros, ya que en nosotros mismos no lo podemos encontrar.

4° coronando nuestros íntimos sentimientos de insuficiencia, y nuestro anhelo de salvación, y en una forma más sublime y elevada, menos egoísta por así decirlo, sentimos también una profunda tendencia hacia lo absoluto; algo nos lleva a verlo dondequiera, especialmente en los momentos culminantes de nuestra vida.

5° la conciencia de nuestra responsabilidad moral nos lleva también a ligarla a un ser ante el cual debemos ser responsables.

6° finalmente, precediendo todos estos aspectos que nos llevan hacia Dios, acompañándolos siempre y coronándolos con una misteriosa pero verdadera confirmación, dándoles eficacia y vida, está el mismo tocar o influir inmediato de Dios en el alma, haciéndole sentir su presencia, incitándola, iluminándola y mostrándose a sí mismo a ella en manera confusa, para que no lo vea con inmediata claridad, pero suficientemente eficaz para impulsarla a que lo busque hasta encontrarlo.

Todos estos caminos convergen hacia el mismo punto de la divinidad, y todos ellos llevan a la vez al alma hacia Dios como diversos lazos que la unen dándose mutuamente la firmeza y solidez que cada uno de ellos no podría por sí solo conseguir.

Lo que más impresiona de su relectura es cómo esto me marcó de manera silenciosa en lo que significa buscar y encontrar a Dios. Es que nunca me convencieron que las vias meramente intelectuales (las cinco vías de Santo Tomás) fueran suficientes para encontrar y seguir al Viviente. La experiencia de Dios es mucho más total que el mero toque de la inteligencia. Algo de eso hablamos en este artículo... y en muchas otras entradas personales de este blog.

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3 Comments

  1. La conclusión me parece totalmente válida. Las vías racionales solas excluyen que a fuerza de experiencia de vida han descubierto a Dios en el mundo. Como en otro artículo que se exponía la primera carta a los corintios, el misterio de la cruz es necedad para la razón filosófica. La razón divina es más amplia que el entendimiento humano y se percibe más allá de los sentidos, más allá de la deducción, más allá de la intuición, más allá de la experiencia fenomenológica o mística. Dios se lo conoce a través de una sumatoria de cosas donde el resultado es más que la suma de las partes. La vida de fe tiene en su conjunto la aproximación al conocimiento de Dios y cada uno lo experimenta desde su lugar, con las posibilidades que tiene. Y no hay vía más o mejor que otra. Cada posibilidad es válida porque Dios nos ama con nuestras limitaciones.