Acabo de terminar de leer la Carta Encíclica Caritas in veritate de Benedicto XVI. Ha sido una lectura rápida. Ya me detendré en los detalles. Pero quiero comentarles lo que, a mi humilde entender son las claves a tener en cuenta para su lectura.

Lo primero es que se pone en linea de continuidad con todo el magisterio social de la Iglesia. Y, de manera concreta, con Populorum Progressio de Pablo VI (con otros aspectos del magisterio de este Papa, que me parecieron interesantes y que ya comentaremos más adelante). En concreto, retoma el concepto de desarrollo de todo el hombre y todos los hombres, como un pasar de condiciones menos humanas a condiciones mas humanas.

El corazón de este desarrollo está en aquello que le da título al documento: la caridad en la verdad. De aquí se desprende un cuarto concepto que ayuda a entender correctamente todos los planteos sociales: el don. El punto 34 es un resumen de todo esto.

La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente.

A veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción fruto de la cerrazón egoísta en sí mismo, que procede -por decirlo con una expresión creyente- del pecado de los orígenes. La sabiduría de la Iglesia ha invitado siempre a no olvidar la realidad del pecado original, ni siquiera en la interpretación de los fenómenos sociales y en la construcción de la sociedad: “Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres”.

Hace tiempo que la economía forma parte del conjunto de los ámbitos en que se manifiestan los efectos perniciosos del pecado. Nuestros días nos ofrecen una prueba evidente. Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y de actuación social. Además, la exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a “injerencias” de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva. Con el pasar del tiempo, estas posturas han desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad de la persona y de los organismos sociales y que, precisamente por eso, no han sido capaces de asegurar la justicia que prometían.

Como he afirmado en la Encíclica Spe salvi, se elimina así de la historia la esperanza cristiana, que no obstante es un poderoso recurso social al servicio del desarrollo humano integral, en la libertad y en la justicia. La esperanza sostiene a la razón y le da fuerza para orientar la voluntad. Está ya presente en la fe, que la suscita. La caridad en la verdad se nutre de ella y, al mismo tiempo, la manifiesta.

Al ser un don absolutamente gratuito de Dios, irrumpe en nuestra vida como algo que no es debido, que trasciende toda ley de justicia. Por su naturaleza, el don supera el mérito, su norma es sobreabundar. Nos precede en nuestra propia alma como signo de la presencia de Dios en nosotros y de sus expectativas para con nosotros. La verdad que, como la caridad es don, nos supera, como enseña San Agustín. Incluso nuestra propia verdad, la de nuestra conciencia personal, ante todo, nos ha sido “dada”. En efecto, en todo proceso cognitivo la verdad no es producida por nosotros, sino que se encuentra o, mejor aún, se recibe. Como el amor, “no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano”.

Al ser un don recibido por todos, la caridad en la verdad es una fuerza que funda la comunidad, unifica a los hombres de manera que no haya barreras o confines.

La comunidad humana puede ser organizada por nosotros mismos, pero nunca podrá ser sólo con sus propias fuerzas una comunidad plenamente fraterna ni aspirar a superar las fronteras, o convertirse en una comunidad universal. La unidad del género humano, la comunión fraterna más allá de toda división, nace de la palabra de Dios-Amor que nos convoca.

Al afrontar esta cuestión decisiva, hemos de precisar, por un lado, que la lógica del don no excluye la justicia ni se yuxtapone a ella como un añadido externo en un segundo momento y, por otro, que el desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad.

Como para preguntarse si esto se reflejó en los comentarios que hicieron los medios de comunicación. (Yo todavía estoy bastante indignado por las tonterías fuera de contexto que escribió Sergio Rubín en Clarín diciendo que es el sentido del aporte papal).

Si la leiste, ¿compartís que esta es la clave de lectura o es otra?

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3 Comments

  1. Gracias Padre por la guia.. pero de internet no me gusta leer y de fotocopias tampoco.
    Y no he salido todavia como para comprarla asi que por ahora no he leído nada.
    Debe ser muy buena como todas las de SSBenedicto XVI que además las hace como me gustan a mi mas o menos cortas....jaja!!!
    Bendiciones

  2. Apenas pueda, padre, leo la encíclica y hago algún comentario en mi blog. Por lo pronto, seguro que el documento se sitúa en la tradición del Magisterio de la Iglesia en cuestiones sociales, en la línea de los anteriores pontífices. Creo que hace falta que el Papa pronuncie la doctrina de la Iglesia acerca del mundo contemporáneo, dado todos los sucesos mundiales por los que estamos atravesando y que se refieren, o mejor dicho, eclosionan en lo económico, en lo laboral. En verdad necesitamos que el Santo Padre nos ilumine para saber cómo conducirnos en esto.Era urgente que publicara una encíclica social, eso me alegra.
    Bendiciones...

  3. SI, para mi esa es la clave, lo doctrinal de la encíclica está ahí y es donde el Papa es más claro. Más allá de que toda la Encíclica es interesante, es en la Introducción donde yo marqué más cosas :-).

    También me gusto leer sobre la defensa de la vida con un argumento muy bueno, lo de la cooperación y las nuevas formas de economía con gratuidad y comunion y por último como encaja eso de la autoridad mundial con la dignidad del hombre.