Salomón consagra al Señor Yahveh su primer Templo. Por esto introducen el Arca de la Alianza, que era un gran cajón adornado. Adentro tenía dos tablas en las cuales Moisés había escrito los 10 mandamientos. Y la pusieron bajo las imágenes aladas de unos querubines.
Y en ese momento la Gloria de Dios cubrió el Templo en forma de nube.
Los judíos distinguían muy bien entre las imágenes y las piedras de las que estaban hechos el Templo y sus accesorios de la Presencia de Dios. No adoraban imágenes sino el Nombre del Altísimo que se dignó habitar en esa morada.
Nosotros los católicos no tenemos problemas en usar imágenes de Dios, ya sea del Padre, de su Hijo encarnado o del Espíritu Santo. Sabemos que Dios es Dios y las imágenes solo ayudan a nuestra mente a elevarse a contemplar su gloria.
Tampoco tenemos problemas de usar imágenes de los santos. Sabemos que son seres de infinita menor estatura, como los querubines del Templo. Las imágenes nos recuerdan la vida de los santos, vida en la cual se manifiesta la gloria del Dios Vivo al cual alabamos.
Por eso, si alguien te trata de idólatra simplemente decile que estudie más la Biblia. En ella está la raíz de la verdadera religiosidad.
Eso sí, aprendé a distinguir siempre entre la Gloria de Dios, sus imágenes y las criaturas. ¿Te animás?
“Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa bajo las alas de los querubines.”
Una reflexión del texto: 1° Reyes 8, 6
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