Este es mi primer post del año. Y me alegro que así sea. Es la fiesta del la Epifanía del Señor, o como se la conoce en mis pagos: la fiesta de los Reyes Magos.

En las Misas hemos leído el relato que está al comienzo del capítulo 2 del Evangelio de Mateo. Unos magos que venían de un indefinido "Oriente" (la tradición luego dirá que eran tres, les pondrá nombre y los proclamará reyes) perseguían una estrella. El final de esa persecución es una casa de Belén donde, junto a María y José, habitaba un niño de corta edad. Me quedo con este símbolo: la persecución de la estrella.

Estos hombres tenía una ciencia que le permitía observar los astros con inteligencia. Pero más allá de eso, se largaron a una aventura: recorrer un camino desconocido para encontrarse con alguien. ¿Qué los movía? Tal vez la curiosidad, producto de algo que no podían terminar de explicar con razonamientos intelectuales... Tal vez el ansia interior de encontrar a alguien que calmara su corazón inquieto por la búsqueda del sentido de las cosas...

En este contexto, he vuelto a releer la última carta encíclica de Benedicto XVI: "Spe salvi". En la introducción el Papa nos dice que "el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino." (1). Los magos de Oriente alcanzan esa meta cuando entran a la casa de Belén. Los detalles que da Mateo no son pequeños: "entonces se postraron y lo adoraron". ¿qué pudieron entrever para que tuvieran esta actitud religiosa? Sin duda, de la misma manera que Isabel quedó llena del Espíritu al ver a María, estos magos de Oriente pudieron experimentar el amor de Dios en la pequeña y limitada humanidad de ese niño. Todo un misterio de la Gracia que actúa más allá de nuestras expectativas originarias y que nos permite ver lo profundo de lo sencillo.

Sigo releyendo a Benedicto, en el número 26 de su carta:

"No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito puramente intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de "redención" que da un nuevo sentido a su existencia. Pero muy pronto se da cuenta también de que el amor que se le ha dado, por sí solo, no soluciona el problema de su vida. Es un amor frágil. Puede ser destruido por la muerte. El ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: "Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces (sólo entonces) el hombre es "redimido", suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de entender cuando decimos que Jesucristo nos ha "redimido". Por medio de Él estamos seguros de Dios, de un Dios que no es una lejana "causa primera" del mundo, porque su Hijo unigénito se ha hecho hombre y cada uno puede decir de Él: "Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí" (Ga 2,20)."

Por esto me alegro que este sea el primer post del año. Yo, a diferencia de los magos de Oriente, ya conozco a ese Niño de Belén y el amor incondicionado manifestado en la cruz y en la donación del Santo Espíritu. Sólo le pido al Señor que en este año tenga esa misma actitud de adoración que tuvieron ellos. Y que desde allí la estrella, que es la esperanza de la vida eterna, me marque el rumbo de mis días.

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3 Comments

  1. Que lindo es comenzar el año con estas maravillosas palabras "Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta"
    Cuando lo vivimos la vida realmente tiene otro sentido.

    Un gran abrazo!

    Ana María

  2. Hermosa reflexión. De verdad que cuando decidimos seguir a Dios porque realmente lo hemos experimentado vivo en nosotros , ese camino aunque este signado por la virtud de la esperanza, porque ya sabemos que fuimos redimidos y que El nos espera para disfrutar de la Gloria, igualmente hay momentos que es dificil, se nos pierde la estrella, creemos estar equivocados, o confundidos. Ahí es cuando la certeza de que fuimos redimidos nos sostiene. Y es Dios mismo que juega a las escondidas con nosotros para que valoremos los momentos de consolación.
    Muchas veces le suplico ¡¡te necesito Señor!! se que estas pero no te veo!! Yo también le pido al Señor ser mas orante, ser adoradora aunque este en penumbras , por la certeza de la fe y la esperanza.Feliz año!!!!!!