En este tercer poema el Servidor del Señor es descripto como el discípulo fiel. El misterio de la injusticia humana se comienza a cernir sobre él. Este poema está en 50,4-15
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar? Todos ellos se gastarán como un vestido, se los comerá la polilla. ¿Quién entre ustedes teme al Señor y escucha la voz de su Servidor?
Aunque camine en las tinieblas, sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor y se apoye en su Dios.
Pero ustedes, los que atizan el fuego y arman flechas incendiarias, caminen al resplandor de sus hogueras y entre las flechas que encendieron. Esto les sucederá por obra mía y ustedes yacerán en medio de tormentos.
Una lectio divina que, ya cerca de la celebración de la Pascua, la podemos hacer contemplando el crucifijo.
Que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento.
Que yo sepa perdonar al que me golpea e insulta.
Que ponga mi espíritu en el Señor aunque esté en tinieblas y no haya un solo rayo de luz.
Confiar ciegamente en nuestro Dios y seguir sus designios por amor a El y a los hermanos.
Es una tarea que debemos hacer carne en nuestra carne.
Pero solo se consigue cuando no lo vivimos como una obligación impuesta, sino como una necesidad que surge interiormente y nos avocamos voluntariamente a saciar.
Tengamos pues sed de Amor.
Tengamos pues sed de Servicio al hermano.
Tengamos pues mecesidad de perdonar al otro ya que nosotros tambien somos muy pecadores.
Gracias Padre por darnos esta oportunidad de meditación.
Bendiciones y un abrazo