Estamos celebrando el tiempo pascual. Recordamos la muerte del Hijo de Dios hecho hombre. El viernes Santo verdaderamente murió y fue enterrado. Pero tenemos una buena noticia: el Domingo de Pascua ¡Jesús resucitó y está vivo! La muerte ha sido devorada por la vida y esta es nuestra esperanza. Jesús venció a la muerte con su muerte y abrió las puertas del cielo con su resurrección. Por esto las Pascuas son motivo de serena y profunda alegría para el cristiano.
El sábado pasado nos sorprendió la muerte de Juan Pablo II. Cuando se avisó oficialmente de la misma al pueblo reunido en la Plaza de San Pedro, los fieles respondieron con un sentido… ¡aplauso! ¿Aplaudieron porque esperaban con ansia deshacerse de la presencia de un hombre que molestaba a la humanidad? No. Aplaudieron la coronación de la vida de un hombre que vivió de la fe en Jesús y la esperanza en la vida eterna. La muerte, para Karol Wojtyla y para todo cristiano, no es la destrucción del hombre sino el comenzar a compartir la Pascua (paso) de Cristo. Muriendo el hombre irrumpe en la vida verdadera. Muriendo el hombre realiza su humanidad.
No podemos entender la vida y la muerte de Juan Pablo II si no es a partir de la opción fundamental que lo guió toda su vida: hacer la voluntad de Dios, en todas las circunstancias cotidianas que Dios le ponía por delante.
Es así que le fue fiel cuando comenzó un grupo de teatro para rescatar la memoria de su pueblo polaco ocupado por el poder nazi. Y luego, cuando Dios lo llamaba al sacerdocio, le fue fiel en su formación de “seminarista-obrero”, en el seminario clandestino. Los nazis habían inventado los campos de concentración y allí murieron millones de judíos. Pero también muchos cristianos conocieron ese destino final (un tercio de los sacerdotes polacos perecieron allí).
Cuando la ocupación nazi fue vencida, otro poder peor le sucedió. Polonia es dominada y gobernada por los comunistas. Ateos por elección, destruyen todo lo que habla de la religiosidad del hombre. Fue tiempo de resistencia cultural, apoyada por la confianza en el Señor, para el mayoritario pueblo católico polaco. Y Karol le era fiel al Señor, ya como sacerdote, como obispo y como cardenal.
Cuando es elegido Papa, y toma el nombre de Juan Pablo II, lo alienta la misma opción de vida de siempre: escuchar y seguir la voluntad de Dios en lo que Él le pide. Y servir al Dios Altísimo era, por sus últimos 26 años de vida, sinónimo de servir a su Iglesia.
Cuanto nos emocionó el primer Papa joven, deportista, inquieto… Pero cuanto nos enseñó el último Papa: anciano, enfermo, en silla de rueda, sin poder hablar. Muchos no creyentes pedían que renunciara. Pero el, desde su fe en Jesús, siguió sirviendo a la Iglesia hasta que Dios Padre lo llamó a su casa. “Si Cristo no se bajó de la Cruz, ¿que derecho tengo yo a renunciar a la tarea que el me pidió?”
Juan Pablo II, hombre de fe, realizó su vida haciendo la voluntad de Dios. Allí estaba su fuerza, su alimento y su horizonte. Fiel solamente al Dios Vivo. Todo un ejemplo de vida para nosotros.
El ya partió y llegó. Allí nos espera.
Fuiste elegido por Dios, conozco tu familia, tuve la suerte de compartir un año con vos, se de tus dones de niño y me alegra que sea así, ya hombre de Dios busca tu perfección Todo mi cariño y mi permanente recuerdo
Dios, nos pone misiones, en la tierra, tenemos que cumplirlas como cristianos, La victoria del Padre Fabiani està, donde estàn todos los hombres de Fè. Y seguro que serà premiado en lo mistico del poder de Dios. Que hasì sea, amèn
te amamos juan pablo ii por lo que fuiste ,lo que nos diste
por lo que recibimos de ti de donde estÁs , junto al padre . marcaste un hito grandioso en la iglesia de cristo. tu vida fue un calidoscopio de virtudes, que pusiste a completa disposiciÓn de todos los hombres y mujeres de la tierra , sin divisiones ni sectarismos .
que pronto te veamos en los altares. tu luz nos acompaÑa.