Lo bueno de tener un blog es que uno puede expresarse. Y, luego, sus pensamientos quedan registrados en el tiempo. De tal manera que se pueden rescatar para iluminar la realidad de hoy, que no cambia tanto en sus cosas esenciales.
Hace unos años, frente a unas elecciones, escribía sobre que la libertad de elegir supone conocer. Invitaba a los lectores a un test para descubrir cuanto conocíamos a los candidatos de una elección que se haría dos semanas después.
En otro momento, en el día de unas elecciones legislativas, escribía una especie de parábola a la que titulé: la ilusión no es esperanza. Hacía referencia al acto de elegir como una apuesta irracional.
Antes de las últimas votaciones anticipaba el resultado de las elecciones legislativas del 2009: indiferencia ciudadana, vaciamiento de los partidos políticos, validación del “todo vale” y la ausencia de un proyecto de país o de políticas de estado.
Es bueno poder ver esto en perspectiva para no asombrarse que se quiera imponer en la Provincia de Entre Ríos (“por única vez”) la Ley de Lemas. Y menos asombro me produce la fundamentación de la presentación del vicepresidente del Senado provincial, el Senador por el Departamento de Diamante Raúl Taleb. Cito el texto tomado de Análisis Digital:
“Al peronismo le convienen la ley de lemas, no quiero ser hipócrita” y “si tengo la posibilidad de hacerlo, con mayoría en las dos cámaras, busco un sistema que evite la fractura del peronismo”, aseveró el legislador.
Rescato que es una persona sincera. Nos dice que le calientan tres pepinos el bien común, la expresión democrática del ciudadano o las propuestas que eleven los partidos luego de una discusión interna avalada por la mayoría de sus ciudadanos. Lo único que le interesa es mantener el poder, que se le desgaja si el peronismo entrerriano va dividido porque es incapaz de tener un proyecto común.
¿Por qué esta afirmación? Porque en la Ley de Lemas yo puedo votar a un sublema que apoye (por dar un ejemplo burdo pero entendible) la quita total de las retenciones a las exportaciones de los granos y ganar otro sublema (por seis votos, al estilo Pasarella... no interesa) que apoye una retención del 60%. En otras palabras, vale mi voto pero no la intención de mi voto…
Frente a todo esto, un deseo: “Oid mortales el grito sagrado: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!” ¿Les suena?