La esencial igualdad entre el varón y la mujer. Este relato de la creación de la mujer no es para nada machista. El hombre le pone nombre a los animales: los domina. A la mujer no le pone nombre, la reconoce semejante a él. "¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará mujer, porque ha sido sacada del hombre"

Génesis (2,18-25)

Después dijo el Señor Dios: "No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada".
Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre.
El hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada.

Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío.
Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.
El hombre exclamó: "¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará mujer, porque ha sido sacada del hombre". Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.
Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza.

Una reflexión del Evangelio del día de hoy: La esencial igualdad entre el varón y la mujer

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