No se puede comprender completamente al ser humano si no se tiene en cuenta esta dimensión esencial de nuestra naturaleza. Es que venimos de Dios, creados a su imagen y semejanza. Por eso constantemente tendemos a relacionarnos, de una u otra manera, con Él. El concilio, como fruto de su lectura de los signos de los tiempos de ese momento, describe esta dimensión haciendo referencia al ateísmo contemporáneo. Nosotros hoy lo desarrollaremos pero en positivo.
Es que hablar de ateísmo significa la postura de decir que NO a la existencia o a la relación del hombre con el “Ser Supremo”. En la época conciliar (principios de los sesenta del siglo pasado) el mundo estaba dividido en dos grandes bloques: comunistas y capitalistas (para simplificar con los nombres). Uno de ellos era oficialmente ateo. Por eso es que frente a lo que se considera una de las más graves realidades del momento vieron la necesidad de someter el tema a un examen atentísimo. Hoy ha desaparecido la bipolaridad desde la caída del muro de Berlín y está en franco retroceso el organizar la sociedad desde una ideología que niega de una la existencia de Dios (baste como ejemplo este artículo en el cual comenté la visita del Papa Benedicto a Cuba.
El hombre es capaz de Dios
Así comienza el Catecismo de la Iglesia Católica a exponer la fe. Y esta afirmación la hace ilustrándola con el comienzo del punto 19 de la Gaudium et spes:
“La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador.” (GS 19)
Por eso los grandes interrogantes de la existencia humana, “los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor”, tienen la posibilidad de tener pistas para su comprensión.
“Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, percibido con cierta obscuridad. Nadie en ciertos momentos, sobre todo en los acontecimientos más importantes de la vida, puede huir del todo el interrogante referido. A este problema sólo Dios da respuesta plena y totalmente cierta; Dios, que llama al hombre a pensamientos más altos y a una búsqueda más humilde de la verdad.” (GS 21)
Y se es consciente de que, incluso frente a la negación de Dios, tiene un mensaje que da sentido a toda vida humana de este mundo:
“La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón humano cuando reivindica la dignidad de la vocación del hombre, devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya de sus destinos más altos. Su mensaje, lejos de empequeñecer al hombre, difunde luz, vida y libertad para el progreso humano. Lo único que puede llenar el corazón del hombre es aquello que "nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".” (GS 21)
Creo que sería bueno, en este contexto, recordar esa maravillosa catequesis de Benedicto en la cual nos hablaba de la oración y el deseo de Dios desarrollando el tema de nuestra nostalgia del Infinito.
El problema de la negación de Dios
Dijimos que fue el eje de la reflexión sobre la religiosidad de la Gaudium et Spes. Por eso creo que es interesante detenernos en algunas de las cuestiones que planteó. La primera, es responder que es este fenómeno que designamos como ateísmo. Lo desarrolla en el segundo párrafo del punto 19 y engloba allí 10 formas distintas. Se las transcribo, pero les pongo yo números para que se entiendan mejor:
“1. Unos niegan a Dios expresamente.
2. Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios.
3. Los hay que someten la cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputa como inútil el propio planteamiento de la cuestión.
4. Muchos, rebasando indebidamente los límites sobre esta base puramente científica
5. o, por el contrario, rechazan sin excepción toda verdad absoluta.
6. Hay quienes exaltan tanto al hombre, que dejan sin contenido la fe en Dios, ya que les interesa más, a lo que parece, la afirmación del hombre que la negación de Dios.
7. Hay quienes imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio.
8. Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso.
9. Además, el ateísmo nace a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo
10. o como adjudicación indebida del carácter absoluto a ciertos bienes humanos que son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios.” (GS19)
Remontarse a la presencia de Dios puede ser un cuesta arriba en nuestra sociedad moderna. Hoy la realidad imperante no es la del ateísmo, que está en retroceso, sino el de la “increencia” (de la cual hablamos aquí).
Pero se nos advierte sobre una tentación: la de pensar que el ateo es a causa de la maldad de su corazón. Hacen una salvedad:
"Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa.” (GS 19)
Pero enseguida nos pides a los católicos que sepamos mirarnos a nosotros mismos en las causas:
“También los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.”(GS 19)
Actitudes del cristiano frente a este problema
Hay varias actitudes que se debe tener. Para eso el magisterio conciliar distingue entre la doctrina y las personas que la practican. Con respecto a lo primero, afirma:
“La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razón y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza.” (GS 21)
En segundo lugar, contesta a la famosa teoría de que “la religión es el opio de los pueblos” de Karl Marx:
“La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección. Es Dios creador el que constituye al hombre inteligente y libre en la sociedad. Y, sobre todo, el hombre es llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación de su felicidad. Enseña además la Iglesia que la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas -es lo que hoy con frecuencia sucede-, y los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación.” (GS 21)
Luego da pistas del camino por dónde pasa el remedio al ateísmo contemporáneo:
“El remedio del ateísmo hay que buscarlo en la exposición adecuada de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros. A la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo encarnado con la continua renovación y purificación propias bajo la guía del Espíritu Santo. Esto se logra principalmente con el testimonio de una fe viva y adulta, educada para poder percibir con lucidez las dificultades y poderlas vencer. Numerosos mártires dieron y dan preclaro testimonio de esta fe, la cual debe manifestar su fecundidad imbuyendo toda la vida, incluso la profana, de los creyentes, e impulsándolos a la justicia y al amor, sobre todo respecto del necesitado. Mucho contribuye, finalmente, a esta afirmación de la presencia de Dios el amor fraterno de los fieles, que con espíritu unánime colaboran en la fe del Evangelio y se alzan como signo de unidad.” (GS 21)
Al final invita a colaborar con las personas ateas en la construcción de un mundo mejor:
“La Iglesia, aunque rechaza en forma absoluta el ateísmo, reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar en la edificación de este mundo, en el que viven en común. Esto no puede hacerse sin un prudente y sincero diálogo. Lamenta, pues, la Iglesia la discriminación entre creyentes y no creyentes que algunas autoridades políticas, negando los derechos fundamentales de la persona humana, establecen injustamente. Pide para los creyentes libertad activa para que puedan levantar en este mundo también un templo a Dios. E invita cortésmente a los ateos a que consideren sin prejuicios el Evangelio de Cristo.” (GS 21)
Como vemos, la respuesta a la negación de Dios es bastante compleja de formular. Pero se nos invita a comprender y a hacer lo que está de nuestra parte para allanar el conocimiento del Dios Vivo a todos los seres humanos del planeta.
Todo esto …
Este miércoles en mi programa de radio Concilium. Lo pueden escuchar por la FM Corazón (104.1 de Paraná) de 21.30 a 23.00 hs. Todos los escritos anteriores de esta serie (en su tercer año de emisión) están alojados en la pestaña Concilium.
Quien diga que Dios ha muerto,
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde.