La Hermana Rosa María cumplió el 9 de julio sus "bodas de plata" monacales. Estaba prevista para ese día una ceremonia pero por la gripe A se suspendió. Como estaba en esos días de retiro en el Monasterio tuve la gracia de poder presidir la celebración de la Eucaristía (dicho sea de paso, hacía mucho tiempo que no me ponía nervioso al momento de predicar...).
Ayer, quince de agosto, recién se pudo hacer la ceremonia. Vinieron sus hermanas desde el Chaco y muchos amigos. Fue una ceremonia muy sencilla y muy emotiva. La carita de la hermana resplandecía con esa luz que da la Gracia.
La Misa fue como de costumbre hasta que, luego de la Homilía, el Obispo invitó a la comunidad a rezar por la hermana. Luego la "jubilaria" leyó una fórmula en la que expresa la fidelidad a sus promesas y su acción de gracias. La hermana firmó la carta y la entregó al celebrante, que la deposita en el altar.
Luego la Hermana canta una canción en latín llamada "suscipe" y le responde el coro. En castellano diría algo así como: "Recibeme, Señor, según tu promesa y viviré, y no quede defraudada mi esperanza" (Suscipe me Domine secundum eloquium tuum et vivam. Et non confundas me ab expectatione mea.) Es el canto que hizo hace veinticinco años al realizar su profesión solemne.
Terminado el canto, el celebrante dijo esta oración:
Señor, Dios nuestro, fuente de vida y de luz,
de gracia y de verdad,
que por tu hijo amado
atraes a todos los hombres hacia ti:
tú elegiste hace veinticinco años
a la hermana Rosa María del Carmen
para que te perteneciera únicamente a tí;
haz que camine siempre en tu presencia
y sea en el seno de esta comunidad
miembro vivo de tu Iglesia;
infunde en ella la fuerza creadora de tu bendición
para que te agrade hoy y todos los días
por la pureza de un corazón humilde y apacible,
dócil a tu Palabra;
que conserve su lámpara encendida con la esperanza de la resurrección,
y cuando aparezca el Lucero de la mañana,
tu Hijo único, nuestro Señor,
concédele participar en la fiesta eterna del amor
junto a María, nuestra Madre,
en la asamblea de los santos que te alaban,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Es una oración preciosa que quise compartir con ustedes. Sobre todo, para que la tengamos en contexto cuando opinemos sobre el celibato sacerdotal que, o se hace por el Reino de los cielos y como consagración total a Dios, o no tiene ningún sentido.
Qué hermoso consagrarse al Señor! y más aún después de 25 años seguir sosteniendo la promesa de la juventud y la esperanza puesta en Aquel que jamás defrauda.
Yo suelo decir, según lo que he aprendido de la santa Madre Iglesia que todo bautizado es un consagrado, así, aunque no use ningún hábito monástico, ni haya profesado los consejos evangélicos solemnemente, siempre trato de ser una "Hostia viva" como exhorta el Apóstol San Pedro, agradable al Señor. Los laicos vivimos también nuestra consagración, consagrando al mundo. Esto lo me lo enseñó la acción Católica. Lástima que no estoy segura de que comprendamos, y en consecuencia, logremos vivir la profundidad de las promesas bautismales, y de aquellos que hemos sido llamados a esta Institución laical, las promesas de Oficialización. No digo que yo sí lo haga... sólo trato... saludos y bendiciones a la hermana Rosa María.
Hola P Fabian, Gracias por la visita al Blog,... a veces tengo suerte y logro abrir su pagina, hoy fue gracia y me encontré con el Jubileo de la Hna Rosa Maria GRACIAS POR ESTE COMPARTIR
Nos encomendamos a sus oraciones. Y las mias en especial en este AÑO SACERDOTAL.
En Cristo
Paula