Un racimo de flores de paraíso. Sencillas. Parte del paisaje. No las vemos de manera individual, pero cuando nos acercamos sentimos su aroma primaveral. Luego… al alejarnos… simplemente fueron.
La distancia hace borrosa a la cosa. No desaparecieron, pero se integraron a la normalidad del mundo circundante. Un color más… un aroma más… simplemente… ¡están!!!
Una maravillosa parábola de nuestra existencia humana. Estamos… nos perciben los cercanos… percibimos a los cercanos… a veces nos hacemos visibles un instante para todos… luego… simplemente ¡estamos!!!
Nadie nos ve. No. Hay Alguien que nos ve siempre y para quién no somos parte del paisaje. Alguien que nos amó con amor eterno, nos llamó a la existencia, nos conserva vivos y nos espera en su Casa al final de los días.