Tengo que contarles dos cosas que esta semana no salieron en los diarios. Pero creo que son muy importantes.
La primera es que tengo un sobrino de seis años. Si, ya sé, para ustedes eso no es muy importante. Pero les cuento igual que el lunes y el martes estuvo muy emocionado. Comenzaba el primer grado el miércoles y todo su mundo giraba alrededor de ese acontecimiento. Tal era su expectativa que esos dos días… hasta miraba la televisión con la mochila escolar puesta. Un hecho risueño para nosotros los adultos, pero muy serio para las expectativas de sus inocentes años.
La segunda noticia es que mi sobrino, como la inmensa mayoría de los niños entrerrianos, pudo comenzar sin mayores novedades su escuela este miércoles. Y esta no es una noticia menor. ¿Hace cuanto que esto no ocurría entre nosotros? Los reclamos docentes nos tenían acostumbrados a ver pasar de largo el primer día de clases… y la primera semana… y, alguna vez, también el primer mes. Este año, medida judicial mediante, se pospuso la huelga por un mes si es que no se arreglan los problemas salariales entre el gobierno y los sindicatos.
Lo curioso no es sólo que hayan comenzado las clases en tiempo y forma. Lo realmente curioso es que los diarios de la ciudad de Paraná no se hicieron eco de ese comienzo de clases. No vimos ninguna foto ni tampoco testimonios de los gurises y de la emoción de los padres. Solamente nos dimos cuenta que inició el ciclo lectivo porque se nos informó que trece escuelas de toda la provincia de Entre Ríos no empezaron por problemas edilicios… Un hecho a tener en cuenta porque es preocupante para los niños y adolescentes que allí concurren. Pero, por otra parte, un inmenso recorte de la realidad en la construcción de la noticia que no refleja, ni de lejos, lo que ocurrió.
A pesar de que los diarios no lo reflejaron, y sin menospreciar los derechos de los docentes a cobrar un salario digno, este año pudimos gozar de los rostros de aquellos que ingresan por primera vez. Su emoción y la de sus padres seguramente les quedará como un recuerdo imborrable para toda su vida. También vimos el rostro de disgusto de los adolescentes, que aparentan un fastidio por las tareas iniciadas, pero que esconden detrás de esa máscara una alegría por el reencuentro con los amigos y la rutina escolar. Claro, la lógica rebeldía de su edad no les permite manifestar aquello que en verdad sienten.
Les he contado dos noticias. Una personal y otra social. Pero un mismo sentir. La alegría de un comienzo normal. La expectativa frente a un futuro que se abre. Y, mi esperanza, que lo que comenzamos este miércoles sea semilla de transformación de personas y de nuestra patria.

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