En mis primeros años de cura, en la querida de San José de Feliciano, hice varios programas de radio. A algunos los hacía solo, otros en equipo con algunos laicos de la comunidad. ¡Tantos recuerdos lindos de esos momentos de micrófono y palabras compartidas!

En estos días de retiro, mirando un libro de apuntes espirituales, encontré una frase que hace referencia a esos primeros años de mi sacerdocio. No recuerdo ni quién la dijo ni sobré cuál de los programas fue. Pero si sé que de verdad me la dijeron. Las circunstancias fueron la de alguien que estaba hablando conmigo y me dijo que le recomendó a algún conocido suyo que me sintonizara por la radio. Y, como para darle fuerza a su argumento, le afirmó a su interlocutor:

“Escuchalo, habla de Dios”.

Son esas frases que se dicen al pasar y que resuenan luego, cuando uno se detiene a pensar sobre lo que le han dicho. Y me resonó como algo que era evidente de por sí: ¿de qué otra cosa hablaría por la radio un sacerdote si no es de Dios? Pero si la dijo es porque en su experiencia, tal vez, estaba un poco molesto de que el tema central de las charlas y participaciones de sus sacerdotes conocidos no haya sido hablar de Dios.

Con el correr de los años vuelve a resonar en mí esta frase… pero como examen de conciencia personal sobre mi ministerio de la palabra. ¿Habré hablado siempre de Dios en las cosas que decía? ¿Resonaba Dios en los corazones de mi interlocutor cuando yo pronunciaba palabras?

Los sacerdotes (como todo bautizado) somos, al decir de San Pablo, "embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro” (2 Cor 5,20). Hoy le vuelvo a pedir la gracia al Altísimo para que en mis palabras los hombres escuchen su Palabra de Vida.

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3 Comments

  1. Mu buenas tus escrito me gustaría conocer un poco mas

  2. Raùl Carvajal Estèvez dice:

    Leer lo que escribe o predica un sacerdote me puede ayuda, todo depende de què escribe... Bueno cuando predica, me imagino que serà lo del evangelio. Eso sì que me interesa pues que me puede ayudar a crecer espiritualmente. Un abrazo,
    P.Raùl Carvajal Estèvez