He visto los titulares de los diarios que dicen que el Papa habló a las Presidentes de Argentina y Chile, recordando los fundamentos de la Paz en nuestros países. Por cuestiones de ideología los medios de comunicación social eligen algunas partes y silencian otras. Los títulos hablan de que el Papa alertó contra la pobreza y la corrupción. Y es cierto. Pero también es cierto que esto es en un marco concreto: la cultura de la vida. Cultura que tiene sus raíces en el respeto a la dignidad humana de todos (empezando por los no-nacidos) y a la familia como célula básica de la sociedad. En un tiempo en el cual se promueve el aborto y las uniones gay, es altamente significativo que esto sea acallado por quienes nos leen las noticias y las cuentan a su manera.
Les copio el discurso, que he tomado desde Zenit. Les pongo en negrilla el punto 4 en el que se habla de la realidad actual.
Señoras presidentas de Argentina y Chile, señores cardenales, queridos hermanos en el episcopado, señores embajadores, amigos todos:
1. Con sumo gusto les recibo y les doy la bienvenida en esta Sede de Pedro, con motivo de la celebración del 25 aniversario del Tratado de Paz y Amistad, que clausuró el diferendo territorial que mantuvieron durante largo tiempo sus respectivos Países en la zona Austral. En efecto, es una oportuna y feliz conmemoración de aquellas intensas negociaciones que, con la mediación pontificia, concluyeron con una solución digna, razonable y ecuánime, evitando así un conflicto armado que estaba a punto de enfrentar a dos pueblos hermanos.
2. El Tratado de Paz y Amistad, y la mediación que lo hizo posible, está indisolublemente unido a la amada figura del Papa Juan Pablo II, el cual, movido por sentimientos de afecto hacia esas queridas Naciones y en sintonía con su incansable labor como mensajero y artífice de paz, no dudó en aceptar la delicada y crucial tarea de ser mediador en dicho contencioso. Con la ayuda inestimable del Cardenal Antonio Samorè, él mismo siguió personalmente todos los avatares de esas largas y complejas negociaciones, hasta la definición de la propuesta que llevó a la firma del Tratado, en presencia de las delegaciones de ambos Países y del entonces Secretario de Estado de Su Santidad y Prefecto del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia, Cardenal Agostino Casaroli.
La intervención pontificia fue una respuesta también a un expreso pedido de los Episcopados de Chile y Argentina, los cuales, en comunión con la Santa Sede, ofrecieron su decisiva colaboración para la consecución de dicho acuerdo. Es de agradecer, además, los esfuerzos de todas las personas que, en los Gobiernos y delegaciones diplomáticas de ambos Países, dieron su positiva contribución para llevar adelante ese camino de resolución pacífica, cumpliendo así los profundos anhelos de paz de la población argentina y chilena.
3. A veinticinco años de distancia, podemos constatar con satisfacción cómo aquel histórico evento ha contribuido benéficamente a reforzar en ambos Países los sentimientos de fraternidad, así como una más decidida cooperación e integración, concretada en numerosos proyectos económicos, intercambios culturales e importantes obras de infraestructura, superando de este modo prejuicios, sospechas y reticencias del pasado. En realidad, Chile y Argentina no son sólo dos Naciones vecinas sino mucho más: son dos Pueblos hermanos con una vocación común de fraternidad, de respeto y amistad, que es fruto en gran parte de la tradición católica que está en la base de su historia y de su rico patrimonio cultural y espiritual.
Este acontecimiento que hoy conmemoramos forma ya parte de la gran historia de dos nobles Naciones, pero también de toda América Latina. El Tratado de Paz y Amistad es un ejemplo luminoso de la fuerza del espíritu humano y de la voluntad de paz frente a la barbarie y la sinrazón de la violencia y la guerra como medio para resolver las diferencias. Una vez más, hay que tener presente las palabras que mi Predecesor, el Papa Pío XII, pronunció en momentos especialmente difíciles de la historia: «Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra» (Radiomensaje, 24 agosto 1939). Por tanto, es necesario perseverar en todo momento con voluntad firme y hasta las últimas consecuencias en tratar de resolver las controversias con verdadera voluntad de diálogo y de acuerdo, a través de pacientes negociaciones y necesarios compromisos, y teniendo siempre en cuenta las justas exigencias y legítimos intereses de todos.
4. Para que la causa de la paz se abra camino en la mente y el corazón de todos los hombres y, de modo especial, de aquellos que están llamados a servir a sus ciudadanos desde las más altas magistraturas de las naciones, es preciso que esté apoyada en firmes convicciones morales, en la serenidad de los ánimos, a veces tensos y polarizados, y en la búsqueda constante del bien común nacional, regional y mundial. La consecución de la paz, en efecto, requiere la promoción de una auténtica cultura de la vida, que respete la dignidad del ser humano en plenitud, unida al fortalecimiento de la familia como célula básica de la sociedad. Requiere también la lucha contra la pobreza y la corrupción, el acceso a una educación de calidad para todos, un crecimiento económico solidario, la consolidación de la democracia y la erradicación de la violencia y la explotación, especialmente contra las mujeres y los niños.
5. La Iglesia católica, que continúa en la tierra la misión de Cristo, que con su muerte en la cruz trajo la paz al mundo (cf. Ef 2, 14-17), no deja de proclamar a todos su mensaje de salvación y de reconciliación y, uniendo sus esfuerzos a todos los hombres de buena voluntad, se entrega con ahínco para cumplir las aspiraciones de paz y concordia de toda la humanidad.
Excelentísimas Señoras Presidentas, queridos amigos, agradeciéndoles nuevamente su significativa visita, dirijo mi mirada al Cristo de los Andes, en la cumbre de la Cordillera, y le pido que, como un don constante de su gracia, selle para siempre la paz y la amistad entre argentinos y chilenos, al mismo tiempo que como prenda de mi afecto les imparto una especial Bendición Apostólica.
Podríamos decir que la construcción de la paz, interna o externa, también comienza por decir todo lo que dice alguien y no solamente lo que a mí me interesa resaltar en este momento presente. Es parte de la cultura democrática que debe aprender el gobierno y la oposición, pero también muchos de los medios de comunicación argentinos.
Querido Padre:
Somos un grupo de mujeres que aspiramos a contribuir en la obra de Nuestro Señor Jesucristo y que hoy, con toda humildad, le escribimos estas líneas para hacerle un pedido especial. Vemos, con preocupación, el avance de la violencia en general y del uso de armas en particular a través de la guerra, y nos gustaría acompañar simbólicamente a los sacerdotes, hermanas y laicos que trabajan en las zonas más afectadas por este flagelo.
Teniendo en cuenta que la oración es la herramienta más poderosa que tenemos los cristianos, es que queremos solicitarle que incluya en cada celebración de la Eucaristía , y en toda reunión de hermanos que sea posible, una oración por la paz del mundo.
Creemos que nuestra iglesia en oración, es capaz de elevar su voz por encima de los gobiernos poderosos y destructores.
Decimos Amén a cada una de estas palabras del Salmo 45: “Venid a contemplar los prodigios de Yahveh, el que llena la tierra de estupores. Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra; quiebra el arco, parte en dos la lanza, y prende fuego a los escudos”.
Nos mueve este pedido, la fantasiosa y, por el momento impensable, idea de que un mundo en paz y hermanado reciba la Segunda Venida de Nuestro Señor cuando Él disponga que el tiempo ha llegado.
Les damos las gracias por el tiempo dedicado a estas palabras,
Lo saludamos en el Señor y le pedimos a la Virgen que lo cubra con su manto.