Hoy tenía reunión general del clero de mi Arquidiócesis. Pero gracias a mi auto no pude participar. Ya está arreglado y en marcha, luego de todo lo que les conté. Al llegar de España, el viernes, tuve la grata noticia de que ya había pasado por el mecánico y me estaba esperando debajo del tinglado. Ayer lunes, decidí emparchar la rueda que había sido el detonante de todo lo contado. Luego de las clases, con dos horitas de disponibilidad antes de llegar a la Misa parroquial, pasé por una gomería. Media hora de espera para que el gomero la revisara y me diera el resultado de su análisis: me la habían tajeado con un elemento cortante, el sólo emparchaba pero no era la solución. Así que me mandó a otra que me haría el proceso llamado “vulcanización”. Allí me dirigí raudamente. Luego de la consabida espera me dijo que debía dejarla y volver a buscarla por la mañana porque el secado no era inmediato.

Hoy fui a buscarla, resignando la mañana del encuentro clerical (es en una casa que está a unos cincuenta kilómetros) porque la auxiliar no está en estado óptimo como para salir a la ruta. Me la entregaron, haciendo el cambio de cubiertas correspondiente. Terminado el proceso… todo parecía ir en carriles. Fui a comprar la perilla de la palanca de cambios porque estaba floja y se me caía a cada rato. Hice la compra y… cuando quiero salir con el auto… se cortó una barra que va desde la palanca de cambios al selector de velocidades. Conclusión: llamado al seguro… grúa… taller mecánico… almuerzo en la casa parroquial.

Terminé de comer y me estaba por acostar a dormir una siesta cuando suena el timbre. Teóricamente yo no debía estar en casa. Era una mujer que venía a averiguar cómo podía hacer para bautizarse. Charlamos un ratito y quedamos de encontrarnos la semana que viene para presentarla al catequista. Tomen nota: si no fuera por la cubierta vulcanizada, la grúa y el taller yo no hubiera estado en la casa y la señora no hubiera encontrado a nadie.

Me levanté de la siesta y me encontré una nota de mi vicario que había estado en la casa para buscar unos papeles. Me dio pena porque yo hubiera aprovechado su regreso para irme a la reunión. Me dediqué a leer un rato y a organizar las fotos que traje. Abrí el Templo y fui a rezar las Vísperas. Luego celebré la Misa. Normalmente yo no celebro los martes en la Parroquia porque tengo reunión del Área Joven de la Acción Católica. Al terminar se me acerca un joven que quiere charlar: tiene problemas de adicción de drogas y estaba buscando ayuda para poder dejar ese vicio. Conversamos un rato y quedé de contactarlo con alguien que está en el tema y lo puede ayudar de mejor manera. Tomemos nota de la otra “coincidencia”: si no hubiera andado “a pata” el joven no hubiera encontrado a ningún sacerdote para charlar…

Al salir me encontré estacionado el auto, ya arreglado. Fui a cargar gas y espero poder ir mañana a la reunión del clero. Eso si a la Providencia no se le ocurre jugar de nuevo conmigo.

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8 Comments

  1. Eso que pasó con la señora y el joven son causalidades de Dios para cada uno . Que bueno poder leer en cada acontecimiento la intervención de EL.

  2. ya lo creo que es la providencia, te mando un abrazo Fabian!

  3. A esas "coincidencias", algunos las llamamos "diosidencias".

  4. Padre Fabian, como bien sabrás, para los cristianos no existe "la suerte" sino LA PROVIDENCIA. Muy hermoso testimonio del amor de Dios Gracias

  5. Estimado Padre Fabián: Ud lo sabe mejor que yo porque es su trabajo estudiar más que yo sobre Dios. La Divina Providencia pone en nuestras vidas contratiempos aparentes que a la larga resultan beneficiosos para todos. Entre la señora que quería bautizarse y el chico que quería alejarse de las drogas, ya valió la pena tooooooooodo el proceso con la goma del auto. A veces Dios actúa de manera tan insólita en nuestras vidas, que parece ficción cuando es la más pura realidad. La "casualidad" no existe, sino la "causalidad" que "provee." Este año pasé momentos muy duros en el trabajo, víctima de acoso laboral. Por algún extraño motivo, aun cuando el caso era claro y no habían pruebas en mi contra, no había abogado que quisiera tomar el caso. Una amiga querida me dio este consejo: "No te defiendas" y una oración al Espíritu Santo. Y yo me dediqué a hacer mi trabajo y me entregué a las manos de Dios y no me defendí. Hoy, quien me acosaba, mi jefa, debe dejar el cargo por temas de organización de jerarquías. Y yo, sigo en mi puesto de batalla, como un hoplita espartano, cumpliendo mi deber a conciencia. Dios es justo. Por alguna razón ningún abogado quiso defenderme. ¡¡Tenía el mejor!! Un abrazo en Cristo.

  6. PADRE ME ALEGRO MUCHO QUE ESTE BIEN Y QUE TOMA LAS COSAS CON TODA LA CONFIANZA EN DIOS,QUE SIEMPRE NOS ASISTE !!!UN GRAN ABRAZO CON CARIÑO.

  7. yo estoy seguro, Dios hace imposible algunas cosas (que para ese momento a nosotros nos saca de quicio) para hacer posibles otras ( la mayoría de las veces mucho mas importantes).