Rosado, verde y celeste se combinan en un maravilloso momento primaveral. Una foto que tomé hace algún tiempo en el patio del fondo de la casa de mis padres. Hoy me llevó a contemplar una danza de colores que conjugan lo sencillo y cotidiano con la alegría de lo bello, lo pleno que es la luz total.
La primavera tiene ese suave aroma de la esperanza, de las cosas que están germinando y que nos hablan de una plenitud que no tarda en llegar. Sus flores y su cielo azul y límpido van arrojando al olvido los grises nubarrones del invierno; instalando la armonía y llamando a la fecundidad de la vida, a la germinación de aquello que fue depositado como simiente y emerge lentamente hacia los frutos finales.
Las primaveras existenciales son, también, un deseo del corazón y una meta a lograr. El invierno es duro y parece que todo lo va a destruir, a consumir con su gélido aliento. Por eso es muy bueno que despunte una danza de color y vida en el propio corazón. Y que nos animemos a dejarnos conducir por ese tenue, sinuoso, desconcertante camino que se nos pone por delante.
Hermosa lectura, una calidez para expresar tan bellas palabras que van conjugando hermosos pensamientos, gracias Padre Fabián. Dios nos siga bendiciendo abundantemente. ... Reciba saludos.