Alguna vez charlamos con una amiga sobre el lenguaje de la fe en aras de la construcción de la sociedad. Parte de ese dialogo es el texto que sigue, que lo comparto con ustedes como una manera de expresar aquellas cosas que me inquietan y que debo continuar resolviendo.

“La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan (para nosotros) es fuerza de Dios. Porque dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el sofista de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación.

Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres.

¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor.” (1 cor 1, 18-31)

Este es uno de los textos que más me ha gustado de la Biblia. Ya en mis tiempos de estudiante universitario su lectura me provocaba una sonrisa cuando pensaba en la cantidad de argumentos con los cuales sociólogos, psicólogos, filósofos y catedráticos de la comunicación querían convencerme de la necedad de la fe cristiana. Y ya ves, 18 años después, escribo estas líneas como cura que está convencido de su fe. La sabiduría y el poder se hicieron cruz y solo los “limpios de corazón” pueden descubrir el misterio.

Frente al misterio de Dios que sale al encuentro del hombre, yo tengo la misión de comunicarlo a mis hermanos. Esta comunicación me genera dos problemas: cómo transmitir el mensaje de tal manera que el otro me entienda y cómo hacer que ese mensaje no sea recibido en una actitud privatizada, sino que sirva de construcción de la sociedad. Decir que uno planta y el Señor da el crecimiento (1 Cor 3,6) es constatar una realidad que nos hace entender el inmenso fruto que puede dar una pequeña obra que uno hace. Es tener la sabiduría suficiente para no creerse el dueño de la obra, sino el administrador. Pero de ninguna manera es descansarse en Dios sin buscar los métodos mejores para que la obra evangelizadora se realice con fruto. Sin lugar a dudas que la primacía de la evangelización la tiene la gracia (EN 75). Pero la gracia actúa mucho mejor “en y con nosotros” que “a pesar de nosotros”. En otras palabras: “a Dios rezando y con el mazo dando” no a tontas y ciegas sino eligiendo bien el destino del mazazo.

El primer problema de comunicación es cómo transmitir bien el mensaje de salvación del Señor Jesús. Para esto el perceptor tiene que escucharlo, aceptarlo y transformarlo en vida. Y si bien se puede preparar el corazón a través del testimonio y allanar el camino a través de la razón, la misión no termina hasta que el creyente se hace cristiano por su seguimiento de Jesús y católico por su inserción en la comunidad de Jesús. Y aquí lo grandioso: católico no “a pesar de” la locura y necedad del la cruz, sino que precisamente a causa de esa necedad y locura. ¡Que misterio tan grande es el de la gracia que puede hacer esta obra a partir de las pobres palabras humanas de sus testigos!

El segundo problema es a causa de no entender la dimensión total del mensaje de Jesús, ya sea porque no lo sabemos transmitir bien o porque el creyente no termina de abandonar la mentalidad de la cultura privatista y fragmentada que nos rodea. No se puede ser peregrino del cielo huyendo de la ciudad terrena nos decían nuestros obispos argentinos. Y es tan cierto. Y es, también, tan difícil de vivir. Sino miremos a nuestro alrededor.

El cristiano debe “tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2,5). Y así estar dispuesto a compartir la suerte de su maestro: en la cruz y en la gloria. Sin lugar a dudas. Y tenemos que hablar con las categorías mentales de Jesús y vivir en lo concreto y cotidiano imitando sus actitudes frente a las personas, a las cosas y al Padre. Ahora surge el problema. En un contexto de cristiandad se pueden proponer cosas con expresiones cristianas con la probabilidad (lo dudo, ya que la historia muestra lo contrario) de que el otro entienda porque ambos hablan el mismo lenguaje. Mas, en un contexto secularizado como el nuestro, cómo hacemos para que nos entienda el que no comparte nuestra fe; cómo hacemos para construir juntos la ciudad en la que estamos habitando juntos. Podemos hablarles en términos cristianos. El otro seguramente o no va a entender nada o va a entender otra cosa totalmente distinta de lo que le estamos diciendo. Lo que va a pasar es que, con certeza, pasaremos como héroes delante de la comunidad de creyentes. ¿Pasaremos como héroes delante de Dios cuando decimos mensajes que el otro no entiende? Y no estoy hablando de los misterios de la Trinidad, la Encarnación o la deificación del hombre por medio de la gracia. Estoy hablando de cosas tan banales como la dignidad del hombre, el valor de la propiedad privada y su hipoteca social o el prolongarse en la vida a través de los hijos. Cuando hablamos en términos teológicos de estos temas: ¡no nos entienden! Entonces, ¿resignarse a un dialogo de sordos? Hay otro camino.

El Dios de la Redención (que nos sale al encuentro con su Hijo y nos ilumina con su Espíritu) es el mismo Dios de la Creación. Y en la creación el Señor puso sus leyes y nos dio inteligencia para que podamos descubrirlas y organizarnos a partir de ellas (Rom 1, 19-20). Y no hay que tener fe, sólo hay que razonar sobre la realidad. Como cristiano puedo decir que el hombre es digno porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios Trinidad. Pero, como cristiano también, por la razón puedo afirmar que el hombre tiene una especial dignidad en el mundo a causa de su naturaleza racional: conciente y libre debe respetarse y respetar al otro. Dos idiomas distintos para decir lo mismo. Tal vez podríamos decir así: dos soportes, o mejor, dos formatos distintos para el mismo mensaje. ¿Por qué tengo que hablar con el no creyente el primero pudiendo decir el segundo? (Recordemos el plano en el cual nos estamos moviendo: no quiero, en este momento, convertirlo sino construir juntos la ciudad).

Estos dos meses han dejado algo al descubierto: en general, la Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de Paraná no le cuesta expresarse en términos teológicos, pero le resulta difícil el dialogo a partir de las realidades creadas. Esto es lo que quise decir cuando utilicé el término “pensamiento frágil”. También cuesta jugarse en determinados temas en los cuales la “opinión pública” de los medios te va a dejar mal parado. Y esto no lo digo desde la diatriba de quien levanta su dedo para condenar al hermano inoperante, sino desde quién se siente el primer destinatario de las palabras que está diciendo y tiene que pedir perdón por no hacer lo suficiente a pesar de tener en claro todas estas cosas.

Le voy a pedir al teólogo que haga teología y al catequista que dé catequesis. Y que lo realicen cada vez mejor. Pero también le tengo que pedir al que sabe de leyes, de psicología, de educación, de ciencias sociales… que descubran la realidad creada y sepan proponer verdades sobre las cuales construir nuestra patria. También les voy a pedir que recen, para que el Espíritu los ilumine en la tarea y les dé fuerzas para no caer en la tentación del desaliento. Alguna vez Mons. Karlic nos dijo: “si ustedes no son capaces de pensar, otros pensarán por ustedes”. Y es verdad, y hemos hecho experiencia de esta verdad: nos “ganaron” el discurso “ideológico” sobre salud reproductiva y educación sexual.

Yo busqué y encontré en Jesús el Mesías, el Hijo hecho hombre, la plenitud de la revelación, el alfa y la omega. Nunca voy a creer en el Jesús guerrero que instaura la cristiandad o en el Jesús científico que presenta un discurso racional. Tampoco voy a creer en un Jesús que invita a una experiencia de salvación y sanación desencarnada de la preocupación social. Así como no creo en ese Jesús, tampoco lo predico. Y si llego a caer en la tentación de hacerlo tengo la certeza de que vos vas a ser una de las primeras de llamarme la atención para que no traicione la Palabra de Dios. Creo, con la misma firmeza, que Jesús debe inspirar modelos de pensamiento y conducta que transformen el trabajo y la desocupación, la injusta acumulación de riqueza, la salud y la enfermedad, la pobreza y la exclusión, la educación… También creo que esta es la tarea de los laicos en y desde la Iglesia.

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  1. Cómo me gustó el artículo!!! Nota: No hay que olvidarse de la metáfora. Del Jesús de sus enseñanzas mediante símbolos y parábolas. Son muy eficientes para contar el mensaje a aquel que no es de los nuestros. Jesús también fue poeta. El reino es como un grano de mostaza. Se siembra pequeño y anida los pájaros a su debido tiempo, el tiempo al que pertenecemos, el tiempo de Dios.

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