Enrique Shaw. Miembro de la Acción Católica Argentina. Hacemos memoria de su vida hoy que esta Institución celebra su día: la solemnidad de Jesucristo, rey del universo (o Cristo Rey, como se le suele decir sin tantos rodeos). Pero este artículo está dedicado a todos los laicos con un simple mensaje: es posible la santidad cuando aceptamos a Jesucristo como el centro de nuestra vida y, fieles a su llamado, construimos el mundo desde el lugar concreto dónde nos "tocó" vivir.
Les voy a compartir algunos textos de escritos sobre él con el link para que puedan leer completo el artículo original. Y dos videos en los cuales se relata su vida. Un breve resumen que pueden leer completo haciendo click aquí:
Hijo de Sara Tornquist y Alejandro Shaw, nace el 26 de febrero de 1921. Sara fallece en 1925 y su esposo cumple su deseo póstumo confiando la formación de su hijo Enrique a un sacerdote sacramentino.
Alumno sobresaliente del colegio “De La Salle”, cultiva y profundiza su vida espiritual. En la Escuela Naval Militar dará extraordinario testimonio de fe. Marino, en los mares del sur, ejerce comprometida labora apostólica.
Se casa con Cecilia Bunge en 1943; llegarán nueve hijos y la vida familiar irradiará un clima de alegría activa y acogedora que sabrán compartir generosamente. En 1945 siente que Dios lo llama a cumplir una misión especial. Piensa hacerse obrero por su vocación apostólica social, pero un sacerdote lo persuade que debe llevar el Evangelio al mundo empresario. En este nuevo rumbo asume como virtudes empresarias la eficacia, la energía y la iniciativa. En cristalerías Rigolleau a ser Director Delegado.
Ingresa a la Acción Católica y al Movimiento Familiar Cristiano. Junto con otros empresarios participa en la organización de ayuda a la Europa de pst-gerra que en 1946 promueve el Episcopado argentino, respondiendo al llamado de Pío XII, e intenta crear una entidad para que los empresarios “sean más cristianos”.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=OzaLxsffrOA[/youtube]
Carlos García Díaz, entro otros datos que pueden leer haciendo click aquí, nos dice:
En 1947, el joven empresario integró la Comisión convocada por el Episcopado Argentino para la Ayuda a las poblaciones devastadas de Europa. La convergencia de preocupaciones inspiró en dirigentes y ejecutivos la necesidad de organizarse para labores de mayor aliento. Así surgió en 1952 la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE), de la cual fue Enrique mentor y primer presidente, institución que en 2002 celebrará su 50º aniversario.
El pensador cristiano y profundo conocedor de la doctrina social dejó un conjunto de textos que, además de conferencias, comprende innumerables e inéditos manuscritos: diario personal, escritos íntimos, notas espirituales o sobre libros (era un lector insaciable de autores bien elegidos), cartas y las célebres «libretitas» en las que anotaba cuanto de interés hallaba para su vida espiritual. Para el padre Mario Poli, teólogo y profesor de historia de la Iglesia, ese conjunto constituye un «cuerpo» que revela «sorprendentes adelantos e ideas premonitorias que luego leímos en la constitución pastoral Gaudium et spes» (Vida de un empresario cristiano según sus escritos, ACDE, 2000).
En «La misión de los dirigentes de empresa», conferencia pronunciada ante los profesionales de la Acción Católica (Mendoza 1958), recomienda con firmeza «nada de paternalismo», porque -como señalaba monseñor Richaud, presidente de la Comisión Social del Episcopado Francés- «hay una legítima emancipación del obrero que corresponde a una conciencia más aguda de su personalidad».
El documento que presentara en colaboración con Carlos Dominguez Casanueva ante el Congreso Mundial de la UNIAPAC (Santiago de Chile 1961), «La empresa. Misión, objetivos y desarrollo económico», sin duda el más técnico de sus escritos, le permite describir los nuevos desafíos económicos y sociales que enfrentan los dirigentes y ejecutivos.
De las conferencias de Enrique Shaw publicadas por ACDE, la que expresa tal vez con más fuerza el pensamiento y las vivencias del empresario cristiano, es la pronunciada en la Reunión Nacional de Dirigentes de la Acción Católica, en Buenos Aires, el 4 de marzo de 1962, a pocos meses de su muerte. Bajo el título «…Y dominarás la tierra», abordó el concepto cristiano del desarrollo. Allí expuso en apretada summa el sentido de la Encarnación como fundamento de la idea del desarrollo humano. (Su padre, Alejandro Shaw, conocido banquero, empresario y conferencista que había sostenido posiciones más bien liberales al respecto, fue un atento y concentrado escucha en la primera fila).
Por su parte, Pedro Eugenio Avellaneda en un relato interesante con muchos tintes personales (lo pueden leer completo haciendo click aquí) nos cuenta como fue su reacción frente al "enemigo":
Debido a su fe religiosa enfrentada con el gobierno, especialmente a partir de 1954, tuvo problemas con el régimen peronista que lo detuvo dos veces, liberándolo la primera vez en forma inmediata por falta de méritos y la segunda de ellas a los 10 días. En estas circunstancias dio pruebas de su caridad cristiana, ya que al serle llevado por su familia un colchón lo cedió a un compañero que no tenía. Este hecho me fue confirmado en su oportunidad por mi padre ya que un amigo de la Acción Católica, Amalio Fernández, compartió esos días en la cárcel con Enrique.
Mi padre en conversaciones que manteníamos asiduamente me refirió que cuando sucedieron los fusilamientos del General Valle y los del basurero de José León Suárez, y algún tiempo después, en una de las reuniones que mantenían en la Acción Católica, mi papá le comentó su beneplácito por la decisión del gobierno de Aramburu. Enrique con toda su paciencia y amor de cristiano le reprochó su rencor explicándole que nadie es dueño de la vida de sus semejantes y que toda muerte venga de donde venga es Pecado y es estéril.
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La biografía de su vida difundida por ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa), que la pueden bajar en formato .pdf haciendo clikc aquí o leerla en línea haciendo click en este otro link, nos dice:
En 1945, Enrique fue enviado por la Marina, junto a otros dos compañeros de promoción, a la Universidad Estatal de Chicago (EE.UU.) para estudiar meteorología. Sin embargo, precisamente en este momento, cuando ya su familia estaba constituida y creciendo, un cambio notable de rumbo habría de producirse, porque de la mano de una ascendente carrera profesional, Enrique advirtió que Dios le pedía de ahora en más un apostolado específico. Este llamado lo llevó a pedir la baja de la Armada, cuando todo hacía prever un futuro brillante en esa institución. Cabe señalar que quienes en su momento se oponían a que ingresara en la Armada eran los mismos que ahora le reprochaban su intención de abandonar la carrera. Vanos fueron los intentos que un buen número de almirantes hicieron ante él y su padre para que reviera su decisión. Enrique lo tenía resuelto, y como en aquellos días de guardia en temporal, nada le haría cambiar el rumbo.
Como hemos de ver, sería en adelante Comandante de “Empresas” no sin superar previamente un arduo debate de discriminación interna puesto que cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial y el 15 de agosto de 1945 pidió la baja de la Marina, lo hizo inicialmente para dedicarse a la vida de obrero y a la formación de los mismos.
En efecto, la incansable búsqueda que Dios le proponía lo tentó a creer que estaba llamado a ser un obrero más, pero la intervención de un sacerdote amigo de Chicago, Mons. Hildenbrand, le hizo ver que como obrero no lo sería auténticamente y que mucho más aprovechable sería que se dedicara a la evangelización de la clase empresaria, con lo que su misión estaba allí donde Dios lo había puesto, en el mundo empresario.
Enrique se prepara intensamente para este gran cambio en sus próximos pasos. Luego de una enriquecedora experiencia técnica en los Estados Unidos, regresa a la Argentina.
Ejerció funciones de alta responsabilidad en Cristalerías Rigolleau, donde llevó adelante la obra que Dios le encomendó. Fue su aspiración permanente la promoción humana, reconociendo que nada vale más en él que su dignidad de hijo de Dios. Consideraba a la eficiencia como el deber de estado del empresario, dado que era la garantía de continuidad de trabajo del obrero.
La actuación empresaria de Enrique se destaca no sólo por su influencia en Cristalerías Rigolleau, donde tiene su mayor responsabilidad, sino también en otras numerosas empresas que cuentan con su presencia en los respectivos directorios.
No pocas veces jugó su prestigio personal como empresario en función de decisiones que asumió manteniendo coherencia con sus principios, arriesgando más de una vez su puesto y en más de un sentido su propio futuro, dentro del complejo juego de opiniones, voluntades e intereses presentes en las distintas coyunturas que atraviesan las grandes organizaciones.
(...)
En 1957 se le descubre un cáncer. Acepta con cristiana serenidad esta dura prueba, e inicia una tenaz lucha contra la enfermedad. Pero no cambia su ritmo normal y sigue trabajando. Su salud empeora en 1962, sin declinar hasta el final su labor de dirigente. Debe someterse a grandes intervenciones quirúrgicas. Su enfermedad se agrava.
Enfrentó dolorosos padecimientos, donde pone de manifiesto, no solo su entereza y coraje, sino sobre todo, la profundidad conmovedora de su condición de cristiano. En algunas de las operaciones que se le practicaron, recibió transfusiones. Asombraba a los médicos la cantidad de donantes que se agolpaban para dar sangre, eran en su mayoría trabajadores de Rigolleau.
Luego de una de las últimas intervenciones quirúrgicas a las que se somete y que le permite una breve convalecencia, vuelve a la Planta de Berazategui. En una reunión celebrada a principios de julio de 1962 expone la situación de la empresa, así como los planes y tendencias de futuro para las actividades de la industria. Luego, hace una digresión que inicia comentando cuál podría ser la actitud espontánea de alguien que recibiera como regalo una lapicera con motivo de una celebración. La respuesta obvia sería, por supuesto, dar gracias personalmente o por medio de una tarjeta escrita con la misma lapicera. Y añade -casi textualmente- “Pues bien, yo he recibido vuestra sangre. Como una lapicera me compromete, ¿de qué modo puedo yo agradecer la sangre que he recibido de Uds., que tiene no sólo un valor químico, físico, biológico, sino también vital, por ser símbolo de la vida misma?” De esta manera interpretó que había recibido auténtica sangre obrera, que expresaba la comunión que había intentado lograr en el ambiente de trabajo, en sus venas había corrido “auténtica” sangre de obrero.
La Causa para su canonización está culminando su proceso diocesano y ¡en el 2012 se eleva a Roma! Aquí podés tener detalles sobre eso. En este otro link podés leer una compilación de sus escritos.
En la Acción Católica se suele hablar de evangelizar el ambiente de manera capilar irradiando a Cristo con las acciones cotidianas. La acción de este laico nos dice que es posible siéndo fiel al que nunca nos va a fallar. Y Enrique Shaw seguro que hizo carne en su vida aquel saludo que hoy se sigue escuchando: "¡Alabado sea Jesucristo! ¡Por siempre sea alabado!"
(Los dos videos son muy interesantes: uno es continuación del otro. Espero que te tomes un momento para disfrutarlos: te van a ser de muchísimo provecho espiritual.)
Todos estamos llamados a ser santos,solo debemos ser verdaderos Cristianos, sin miedo y enfrentar las mentiras con la verdades de Jesús.