Hoy se celebra en toda la Argentina el día del maestro. En un contexto de crisis de la cultura, este día nos sirve para revalorizar una función social muy importante. La cultura del pasado pasa por sus manos. La actualización de esos contenidos es su responsabilidad. El moldear a los futuros ciudadanos es su desafío.
Hace cincuenta años esta profesión estaba muy valorizada. Tanto por la sociedad como por el mismo docente. Hoy ha perdido cierto prestigio y se nota un desconcierto en muchos que la ejercen. Muchas causas han contribuido a ello. Este no es un suficiente espacio para que profundicemos en ellas. Pero estoy seguro que ha favorecido el considerar solamente que es un trabajador de la educación y olvidar que es un artesano de la cultura, que modela con sus palabras y actitudes los valores que definen a una persona y la proyectan a una vida social y religiosa.
Junto a esto se suma el factor desestabilizante de la formación que son los medios de comunicación social, especialmente la televisión, los cuales cincuenta años atrás no tenía tanta fuerza. Hoy el maestro compite con su palabra y una tiza frente a los programas infantiles concebidos solamente para entretener y carentes de valores humanos y sociales.
Por esto urge que volvamos a valorar el papel que, los hoy festejados, tienen para nuestro pueblo. Todos los días, con una incansable paciencia, la maestra se presenta frente a sus alumnos. Algunas lo hacen solamente por un sueldo. Pero la mayoría tiene una vocación de servicio y una entrega incondicional, más allá del magro honorario que recibe a fin de mes.
El Papa Pablo VI, hablando de la evangelización, nos decía que el mundo de hoy no necesita maestros. Lo que necesita son testigos. Y este es nuestro deseo para los artesanos de la cultura: que sepan ser testigos de los valores frente a sus alumnos. La bondad, la belleza, la verdad, la justicia, la solidaridad, la honestidad, el compromiso social… son valores que necesitan referentes en las nuevas generaciones. Y la maestra debe ser, con sus actividades cotidianas, quién se lo muestre. Y esto se logra al mismo tiempo que se enseñan los rudimentos matemáticos o el placer de la lectura. Este es un de los secretos de una Argentina renovada desde sus raíces.
Feliz día maestros. Hoy volvemos a poner nuestro país en sus manos.