Juan se sienta a descansar. Luego del largo trajinar de las últimas horas, el silencio lentamente lo invade todo. Los resabios del paso de la gente… dolor de piernas por estar tanto parado… el cuerpo cansado pero el corazón entonado por la alegría de la mano tendida, del servicio prestado. Todo se confunde en ese mar de emociones, olores y sabores que inundan el predio con la nostalgia de lo vivido.

Un rato de silencio, solo… tranquilo. Pone así su casa interna en orden.

Luego saca su celular y le mensajéa a Karina.

- Ya terminó todo. Dentro de un rato caigo por allá.
- ¿Todo bien?
- Si. Me duele todo. Quiero sacarle várices a la cama.
- Ok. Te espero.

Una última mirada al predio. Botellas vacías, anécdotas que ya se empiezan a contar… todo terminó. ¿Todo terminó? No, el año que viene nos volvemos a encontrar, porque la vida sigue rodando y los ritos son jalones que nos ubican en la historia, que nos dan esperanza, que nos alientan en el día a día.

Terminó todo hoy… pero desde hoy todo sigue lleno.

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