San Cayetano nos vuelve a congregar para su fiesta patronal. Como todos los años, sale a la calle para caminar junto a nosotros. Y, como siempre, nos quiere entregar aquello que tiene entre sus manos: a Jesús. Ese es el gran secreto de toda su vida: vivir el camino que Jesús de Nazaret enseñara.
El evangelio que leemos este siete, en todas las Misas del mundo, nos presenta a Jesús caminando sobre las aguas, dirigiéndose a la canoa en la cual estaban sus discípulos, en el medio del lago sin poder avanzar por el fuerte viento que tenían en contra. Estos al verlo llegar se asustan. Pero al escuchar las palabras del Señor: “Soy yo, no teman”, se calman.
Hoy en la Argentina estamos invadidos por muchos temores. Temores frente a las angustias cotidianas que debemos enfrentar de manera personal: dolores, enfermedades, falta de trabajo, problemas familiares… Y muchas veces nos sentimos solos y abandonados frente a un mundo que nos mira pasar indiferentes.
Pero también hay otros temores que nos ganan como pueblo: inseguridad en cualquier parte y a cualquier hora; desocupación; precariedad del empleo; aumentos del producto bruto interno y superávit fiscales que no se notan en los bolsillos de la gente… tantas y tantas cosas que podríamos enumerar aquí. Parece que la canoa que es la Argentina se encuentra estancada en medio de la historia por los fuertes vientos que le soplan en contra. Por culpa del “pasado”; por culpa del “fondo”; por culpa de… Como nación estamos buscando al culpable de nuestras desgracias.
Hoy San Cayetano nos vuelve a presentar a Jesús. Y este nos dice: “Soy yo, no teman”. Estoy con ustedes, con ustedes camino, no están solos. La presencia de Jesús hoy se hace realidad a través de su Palabra proclamada y de su cuerpo partido y compartido en la Hostia consagrada. No viene a liberarnos de nuestros problemas. Viene a darnos la fuerza de su presencia para que se transforme nuestro temor en esperanza confiada que busca caminos, la soledad en amor solidario que tiende la manos a los demás; los vientos tormentosos en una suave brisa que nos impulse a la reconstrucción de la patria.
“Soy yo, no teman”. Pero no se queden con los brazos bajos o cruzados. Como San Cayetano, tengan el ingenio de la caridad para hacer nuevas las cosas.