Un año nuevo no es una página en blanco que se nos regala. Un año nuevo lo vivo desde la memoria de lo experimentado, la realidad de lo que acontece y la expectativa de lo que se viene. Mi libertad se vuelve a poner en juego con lo cotidiano.
El llevar un tesoro en vasijas de barro, al decir de San Pablo, me invita a descubrir que nada soy… frágil… limitado… más lleno de defectos y miserias que de virtudes y grandezas. Y en el año viejo a esto lo he experimentado en profundidad.
Más ese tesoro me libera de la inmediatez y de las grises sombras de un ocaso sin sentido que entristece. El tesoro del color es para mí una certeza: la Vida ha triunfado y me prepara una Morada, una habitación en su Casa.
Expectante por tu novedad, permíteme Señor anclarme en la historia que tienes soñada para mí desde toda la eternidad (Ef 1,4).
¡Feliz año nuevo para todos!