Lo escuchamos varias veces en boca del Papa Francisco. Esta fue la primera vez que se la escuchamos, en la homilía a los Cardenales luego de su elección (pueden leer toda la reseña en este link):
"Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no va. Nos convertiremos en una ONG piadosa, pero no en la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, uno se detiene. Cuando no se edifica sobre piedras ¿qué sucede? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando hacen castillos de arena, todo se viene abajo, no tiene consistencia. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la mente la frase de Léon Bloy: “Quien no reza al Señor, ora al diablo”. Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio."
La enseñanza no es complicada, pero la terminé de comprender en la práctica este fin de semana. Les cuento.
El relato de una ONG piadosa
El viernes me llegó una referencia a esta web en la cual se hablaba de una reunión en España de las Comunidades Cristianas Populares. Primero se presentaban:
Haciendo un poco de historia, tendríamos que recordar que las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) latinoamericanas y las Comunidades Cristianas Populares (CCP) de España significaron, junto con otros movimientos eclesiales (curas obreros, movimientos de la JOC y HOAC, Cristianos por el Socialismo etc.), una revolución en la Iglesia y en la sociedad. Reinventaron de alguna manera la Iglesia y fueron agentes de transformación de las injustas sociedades de su tiempo.
¿Cómo ocurrió eso?
Porque, en los años de la Transición, de la nueva Constitución y del estreno de la Democracia, descubrimos, con ayuda de las CEBS latinoamericanas, la Teología de la Liberación, etc, que nuestra fe no era solo asistir a la Misa, recibir los Sacramentos, orar y rezar el Rosario, asistir a novenas, hacer Ejercicios espirituales o Cursillos de cristiandad etc., etc., sino que debíamos comprometernos con aquellos que luchaban porque el pueblo tuviera las libertades democráticas básicas y unas mejores condiciones de vida. Para ello, nos afiliamos a los sindicatos de clase, a los partidos políticos de izquierdas, incluso marxistas y a las ONGs, porque eran instrumentos aptos para que el pueblo consiguiera tales objetivos. Descubrimos que la fe debe ser liberadora del pueblo marginado, lo que supuso reinventar otra forma de ser Iglesia.
Cuando un grupo se asocia con otro grupo, si no tiene una identidad muy bien definida tiene a parecerse a la otra parte. Pues bien… las consecuencias de la vida de esta gente en los últimos 30 años ellos mismos la relatan:
Pero ¿qué ha pasado durante estos 35 años, desde que votamos la Constitución?
1º.- Que la mayoría de estos sindicatos, partidos políticos y ONGs se han vuelto instrumentos romos e inservibles, se han corrompido, en gran medida, delante de nuestros ojos sin que apenas dijéramos nada. Y, al faltarnos los instrumentos de expresión de nuestra fe, ésta ha ido debilitándose, perdiendo empuje y vigor.
2º.- Que nuestro modo de entender la fe, como fe liberadora, comprometida con la implantación de la justicia y liberación de las clases oprimidas, no hemos sabido hacerla atractiva a la juventud. Constatamos que no hay relevo generacional en nuestras Comunidades. Cada vez somos un menor número de ellas, menos miembros y más mayores.
3.- Y, sobre todo, porque nuestras críticas a la Jerarquía eclesiástica apenas le han hecho daño y porque nosotros mismos no hemos creado nuevas formas de vida comunitaria, que fuera atractiva. No debemos haber denunciado suficientemente, la connivencia, la cohabitación y el juego de intereses económicos entre la Jerarquía y el Estado español. Por otra parte, hemos cambiado poco en la práctica de la vieja religión; no hemos salido del teísmo, de la duplicidad de planos natural y sobrenatural. No hemos alumbrado aún esa Iglesia Popular, basada en una práctica creyente de liberación, en una reinterpretación post-religiosa y post-secular de nuestra fe y entendiendo esta nueva forma de ser Iglesia desde abajo, igualitaria, eco-feminista y pluralista.
Creo que el resultado es tan claro que no necesita que lo comentemos…
Mi experiencia del fin de semana
Desde el viernes por la noche hasta el domingo al mediodía participé en un Retiro de Servidores de la Comunidad de Convivencia con Dios en la ciudad de La Paz. Fuimos setenta personas de varias ciudades y pueblos que pertenecemos a la Confraternidad Profeta del Altísimo. Es una instancia de encuentro y fortalecimiento espiritual para la Campaña de Evangelización que se hará este verano. Serán 68 retiros que esta escuela de espiritualidad ofrecerá en Argentina; Uruguay; Paraguay; Venezuela; Colombia; Panamá; Bolivia; México; Perú; España e Italia.
De este retiro participamos jóvenes, adultos y ancianos. A través de la oración y el compartir fraterno nos maravillamos de la obra de Dios en nuestros corazones y, desde allí, en la vida de tantos hermanos nuestros. La foto se la robé a Anita Ruiz de su Face. Es un gesto que expresa el partir con la luz de Cristo, bajo su cruz, todos como Iglesia a anunciar la Palabra. El cartel lo llevaba este sacerdote y una familia y tenía el lema para esta Campaña: “Con Francisco preparemos un nuevo Pentecostés mediante el ecumenismo del amor”. Los niños presentes son los hijos de varios hermanos participantes.
No hay vida de Iglesia si no es a partir de la experiencia mística del encuentro con el Resucitado y la docilidad a su Santo Espíritu. Todo el resto viene de esta certeza de vida. Sólo así es posible la fecundidad eclesial.
La Comunidad de Convivencia con Dios
Todo comenzó con la docilidad de un sacerdote jesuita, el padre Alberto Ibañez Padilla (Pa). Primero la docilidad a la moción del Espíritu Santo que le llevó a idear este método tan apropiado a la cultura postmoderna, conjugando los ejercicios espirituales de San Ignacio con la Renovación Carismática. Luego la docilidad al superior de su Congregación que le prohibió primero predicar las Convivencias fuera de la Argentina; luego fuera de Buenos Aires y, por último, predicarlas en la misma ciudad. La obra continuó merced a los laicos y a los frutos que acarrearon la humilde obediencia del fundador. Con el tiempo su superior se “convierte” y le permite continuar con su obra. Este es el testimonio del superior del Pa en una entrevista que le hicieron este año:
“Usted preguntaba por el Movimiento de la Renovación Carismática. Les digo una cosa. Hace años, al final de los años setenta, inicio de los ochenta, yo no los podía ver. Una vez, hablando con ellos, dije esta frase: “Éstos confunden una celebración litúrgica con una escuela de samba”. Esto fue lo que dije. Me he arrepentido. Después los he conocido mejor. Es también cierto que el movimiento, con buenos asesores, ha hecho un buen camino. Y ahora creo que este movimiento, en general, hace mucho bien a la Iglesia. En Buenos Aires, yo les reunía frecuentemente y una vez al año celebraba la Misa con todos ellos en la catedral. Les he apoyado siempre, cuando me he convertido, cuando he visto el bien que hacían. Porque en este momento de la Iglesia -y aquí amplío un poco la respuesta- creo que los movimientos son necesarios. Los movimientos son una gracia del Espíritu. “¿Pero cómo se puede sostener un movimiento que es tan libre?”. También la Iglesia es libre. El Espíritu Santo hace lo que quiere. Además, Él hace el trabajo de la armonía, pero creo que los movimientos son una gracia: aquellos movimientos que tienen el espíritu de la Iglesia. Por eso creo que el Movimiento de la Renovación Carismática no sólo sirve para evitar que algunos pasen a las confesiones pentecostales: no es eso. Sirve a la misma Iglesia. Nos renueva. Y cada uno busca su propio movimiento según su propio carisma, donde lo lleva el Espíritu.”
Me había olvidado de decirles que el superior que le mandó callar y luego lo autorizó hoy todo el mundo lo conoce como el Papa Francisco… sobran palabras… ¿no?
Creo que si comparamos las dos experiencias eclesiales podremos comprender muy bien la diferencia entre una ONG piadosa y un movimiento de la Iglesia Católica. ¿Les parece correcto mi parecer?