Ayer paramos el país. No fue por el pedido de un gremio en demanda de mejoras salariales. Tampoco fue el pedido de un presidente para que baje el precio de la carne. Simplemente jugaba la Selección Argentina su partido inaugural en el Mundial. No necesitamos decir que estamos hablando de fútbol. Con decir simplemente “la Selección” todos nos entendemos. Si fuera básquet o jockey entonces tendríamos que aclarar. Pero cuando hablamos de “la Selección”, solamente tiene ese nombre la de fútbol.
A las cuatro de la tarde, con una precisión alemana, comenzaba a rodar la pelota. Y nos alegramos con la excelente actuación de Saviola. Festejamos el gol de Crespo. Aplaudimos las atajadas de un lúcido Pato Abondancieri. Pateábamos en la última línea con el Ratón Ayala. Nos preocupábamos porque Riquelme no aparecía y suspirábamos por ver el buen juego de Aimar algo más que en el minuto final. Y si no lo vimos de esta manera… seguro que pasamos varias horas discutiendo estas cuestiones trascendentales.
Todo esto es muy bueno, si lo vivimos en su justa medida. El fútbol no es un juego de dioses. Es un juego de veintidós hombres destinado a ser gozado por otros millones que “lo ven por TV”. Y nosotros somos parte de esos millones que se alegran, sufren, lloran o ríen al término de los noventa minutos. Eso esta muy bien, pero no debe ser más que eso.
Los antiguos emperadores romanos, que mantuvieron el poder sobre un inmenso territorio durante más de mil años, tenían una formula sencilla. Para los pueblos dominados, el poder de sus legiones los mantenía serenos a fuerza de espada y sangre. Pero para la plebe de Roma, ciudadanos al fin, la fórmula era más humilde, aunque por eso no menos efectiva: pan y circo. Alimentos a muy bajo costo o, en su defecto, regalados. Y, por otra parte, los juegos que se hacían en el “estadio” Coliseo. Allí peleaban los gladiadores y los leones se comían a los cristianos. Allí la plebe olvidaba los problemas de la ciudad y del imperio y se interesaba en seguir las actuaciones de sus favoritos.
Estamos en un mes “mundial”. Alemania se transformó en la capital del orbe. Gocemos con el fútbol. Disfrutemos de las maravillas que pueden hacer algunos pies con la “redonda”. Apasionémonos con la actuación de “la Selección”. Pero no nos olvidemos que luego de los noventa la vida sigue. Hay quienes pueden aprovechar estos momentos de sopor del pueblo para hacer cosas sin que este se entere. Cuantas leyes se sacan, cuantas decisiones gubernamentales se toman y nosotros… prendidos a la pantallita para ver los “noventa minutos de la selección”, o los comentarios de lo que pasó, o las prácticas del partido que se viene, o, simplemente, los conductores o invitados de los programas disfrazados de celeste y blanco.
Como un botón de muestra recordemos que hace unos días se largó la reforma del Código Penal Argentino. Modificar la postura frente al aborto, la eutanasia o el consumo de drogas es parte de lo que se está discutiendo mientras nosotros estamos de “mundial”.Festejemos los goles de Crespo y Saviola. Pidamos que Aimar sea titular en vez de Riquelme. Pero no olvidemos que la vida sigue y que pueden pasar “cosas” que tengan que ver con el país y con el mundo. Hay quienes están atentos a este momento y lo aprovechan. Nosotros, gocemos con el fútbol, pero sigamos siendo ciudadanos con todo lo que esto significa.
One Comment
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miguel de san nicolás dijo...
muy bueno tu aporte... mientras se juega el mundial, quién vela?
Yo el sábado vie el partido, no porque quería, sino para tener tema de conversación después...
7:15 AM