Un artículo muy profundo del periodista Osvaldo Bodean. Va a lo fundamental de este tiempo que, nuestra época, intitula como "las fiestas de fin de año". Un trozo:
No hay escapatoria. Es una disyuntiva personal: ¿Yo, qué festejo?, es la pregunta. ¿Celebro el hecho? O, al menos, ¿me cuestiona, me interpela ese hecho extraordinario que algunos testimonian? ¿O mi fiesta es mero convencionalismo nomás, costumbre, “tradición” hueca, para no desentonar, al punto que vale suplantar al Dios encarnado, pobre y hasta crucificado, por un ícono del consumismo, como es ese gordito ricachón, luciendo prendas espléndidas y repartiendo cosas, como si tener cosas y más cosas fuera la única y más profunda “medida” de la “dignidad” de los hombres?
Por supuesto que la invitación es a leerlo completo haciéndo click aquí. Y, de paso, pueden comprobar como se puede ser muy buen periodista sin, por eso, licuar la propia fe. Aclaro que no es el único ejemplo que tengo a mano. Supongo que ustedes tendrán otros más.