Este 1 de enero, como ya es costumbre, celebramos la Jornada Mundial de la Paz. El Papa nos entrega un lema y una meditación sobre él, para que la trabajemos y vivamos durante todo el resto del año. Para esta ocasión ha elegido: “La persona humana, corazón de la paz”. Con esto ha puesto el acento en el fundamento mismo de la paz: el ser humano. “Respetando a la persona se promueve la paz, y que construyendo la paz se ponen las bases para un auténtico humanismo integral” (N° 1).
Parece una verdad de Perogrullo, pero hoy no es tan así. El Papa detalla una serie de hechos que atentan a la paz hoy y que espacio no los incluimos aquí. En todos ellos está la misma raíz: el olvido del hombre y su dignidad.
“Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien, capaz de conocerse, de poseerse, de entregarse libremente y de entrar en comunión con otras personas. Al mismo tiempo, por la gracia, está llamado a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y amor que nadie más puede dar en su lugar. En esta perspectiva admirable, se comprende la tarea que se ha confiado al ser humano de madurar en su capacidad de amor y de hacer progresar el mundo, renovándolo en la justicia y en la paz” (N° 2).
El olvido de la paternidad de Dios y de la hermandad entre los hombres trae consecuencias catastróficas. Por eso “es apremiante, pues, incluso en el marco de las dificultades y tensiones internacionales actuales, el esfuerzo por abrir paso a una ecología humana que favorezca el crecimiento del «árbol de la paz». Para acometer una empresa como ésta, es preciso dejarse guiar por una visión de la persona no viciada por prejuicios ideológicos y culturales, o intereses políticos y económicos, que inciten al odio y a la violencia. Es comprensible que la visión del hombre varíe en las diversas culturas. Lo que no es admisible es que se promuevan concepciones antropológicas que conlleven el germen de la contraposición y la violencia. Son igualmente inaceptables las concepciones de Dios que impulsen a la intolerancia ante nuestros semejantes y el recurso a la violencia contra ellos. Éste es un punto que se ha de reafirmar con claridad: nunca es aceptable una guerra en nombre de Dios. Cuando una cierta concepción de Dios da origen a hechos criminales, es señal de que dicha concepción se ha convertido ya en ideología.” (N° 10)
Cuando hablamos sobre la paz del mundo lo hacemos en abstracto. Por esto la invitación a pensar la paz del mundo como la paz en nuestras familias, en nuestras comunidades de fe, en nuestro trabajo, en todo lugar donde nos movemos habitualmente. ¿Cuántas de nuestras discordias tienen como raíz el considerar al otro solamente como una cosa, que me beneficia o me estorba para satisfacer mis deseos y necesidades? Aquí el Lema de Benedicto XVI adquiere un gran realismo para cada uno de nosotros: la persona humana, corazón de la paz.

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