"La palabra de Dios no puede, en modo alguno, quedar oculta bajo el celemín*; al contrario, debe ser colocada en lo más alto de la Iglesia, como el mejor de sus adornos. Si la palabra quedara disimulada bajo la letra de la ley, como bajo un celemín, dejaría de iluminar con su luz eterna a los hombres. Escondida bajo el celemín, la palabra ya no sería fuente de contemplación espiritual para los que desean librarse de la seducción de los sentidos, que, con su engaño, nos inclinan a captar solamente las cosas pasajeras y materiales; puesta, en cambio, sobre el candelero de la Iglesia, es decir, interpretada por el culto en espíritu y verdad, la palabra de Dios ilumina a todos los hombres. La letra, en efecto, si no se interpreta según su sentido espiritual, no tiene más valor que el sensible y está limitada a lo que significan materialmente sus palabras, sin que el alma llegue a comprender el sentido de lo que está escrito.
No coloquemos, pues, bajo el celemín, con nuestros pensamientos racionales, la lámpara encendida (es decir, la palabra que ilumina la inteligencia), a fin de que no se nos pueda culpar de haber colocado bajo la materialidad de la letra la fuerza incomprensible de la sabiduría; coloquémosla, más bien, sobre el candelero (es decir, sobre la interpretación que le da la Iglesia), en lo más elevado de la genuina contemplación; así iluminará a todos los hombres con los fulgores de la revelación divina."
De las "Cuestiones a Talasio" de san Máximo Confesor, abad.
*Celemín: referencia a Mt 5,14-16. Las notas de la Biblia de Jerusalén dice que "en la antiguedad, el celemín era un pequeño mueble de tres o cuatro patas. Sólo se trataría aquí, pues, de esconder la lámpara debajo de este mueble, algo así como debajo del lecho de Mc 4,21, no de apagarla cubriéndola con el celemín moderno." Creo que hoy podríamos decir algo así como "debajo de la mesada" o "debajo del escritorio".
Me ha ayudado mucho la interpretación que he tenido la ocasión de leer. La Palabra no se puede interpretar bajo el razonamiento humano, sino por inspiración de Dios. Creo que se trata de someter mi razón a la razón del Señor y así hacerlo compartir a cuantos me rodeen.