Con este Miércoles de Ceniza la Iglesia ha comenzado solemnemente este tiempo previo a las festividades pascuales. El gesto de la imposición de las cenizas va acompañado de las palabras de Jesús. “conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1,15). Un gesto exterior que adquiere sentido cuando el interior del hombre, su corazón, se vuelve a movilizar hacia la Vida y la Verdad.
En la homilía de la Misa de hoy el Padre Abad nos recordaba que esta conversión debe hacer crecer en nosotros la mentalidad pascual. Y hacía esta propuesta cristiana de manera muy sencilla. Hay que volver a recordar cada día que “Dios es bueno; Dios me ama; Dios me salva”. Sencillo en su formulación, no en su contenido.
Esto muy necesario para no perder el rumbo de la fe. El Rostro de Dios, Palabra eterna hecha carne, corre el riesgo de deformarse entre tantas palabras breves y pasajeras que resuenan hoy en día. No porque esa Palabra pueda cambiar: es indestructible. Sino que se deforma en nuestra percepción y en nuestro corazón. Por eso lo profundo de Dios (el que es bueno, me ama y me salva) debe resonar en nosotros cada día con más fuerza.
Un buen exámen de conciencia para ver nuestras actitudes.
¿En verdad creo que
Dios es bueno;
Dios me ama;
Dios me salva?
¿Cómo lo vivo a esto en mis actividades diarias?