La lógica de las cosas nos enseña a descubrir el ordenamiento interno de los hechos que pasan. Por lo general, nada ocurre de manera espontánea. Un acontecimiento es consecuencia de otro anterior.
Existe una lógica de la violencia. Las bombas arrojadas desde bombarderos sobre países tienen como consecuencias los aviones que chocan torres o las bombas que explotan en los trenes. Ni una ni otra violencia se justifica. Se padecen. Las padecen los pueblos inocentes que son espectadores de las decisiones de sus gobernantes y actores en el momento de recibir las consecuencias que estas originan.
“Toda acción bélica que tiende indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de amplias regiones con sus habitantes, es un crimen contra Dios y contra el hombre mismo, que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones”, nos enseñaron los Obispos de todo el mundo reunidos en el Concilio Vaticano II.
Qué difícil es salir cuando uno se mete en la lógica de la violencia. Lo experimentan algunos argentinos que padecieron el terror, de uno u otro signo, en la década del setenta. Treinta y cinco años después, las heridas siguen abiertas en uno y otro bando.
Por eso lo que ocurrió en Inglaterra, España y Estados Unidos, así como lo acaecido en Afganistán e Irán, nos debe hacer reflexionar mucho a cada uno de nosotros. No porque seamos responsables de lo sucedido. Sino para que el fanatismo, y el dolor que engendra, no se transformen en la lógica que ilumina nuestras vidas. Hay quienes quieren que así sea porque les conviene política o económicamente.
El cristiano debe reaccionar de otra manera. Como nos enseñara el Papa Juan Pablo II en la última Jornada Mundial de la Paz: no te dejes vencer por el mal; antes bien, vence el mal con el bien. Y eso lo podemos hacer desde el encuentro con Aquel que es la causa y la inspiración de todo bien, el Dios Vivo y Verdadero.
Durante esta semana la lógica de la violencia se hizo presente en todos los medios de comunicación. Casi estuvo totalmente ausente una noticia que nos habla de otra lógica, la del amor. El Papa Benedicto dio a conocer el temario que se tratará en el próximo Sínodo de Obispos: la Eucaristía. Es decir, la presencia de Jesús en el Pan de Vida; la presencia del amor de Dios que se entrega en oblación y se nos regala para darnos vida. Una lógica distinta, una lógica que viene de Dios, una lógica que tiene que ver mucho más con nuestras aspiraciones profundas.
Una cosa es clara: sólo entrando en la lógica del amor, del amor que se dona, podremos evitar replicar en nuestras vidas la lógica de la violencia, de la pasión que destruye.
La lógica del amor es un don de lo alto, pero supone que nosotros la aceptemos y la hagamos carne en las situaciones concretas de nuestra vida cotidiana.
el amor es el combustible una sociedad autosuficiente, de humanos habiles de vivir como humanos. La Conciencia es el mas preciado regalo que nos da la fuerza suprema a los seres humanos y nos impulsa a tener una vida basada en actos por/con/de amor. El amor es la brujula y es el camino de la felicidad y a la vida ilimitada.