El fin de semana pasado se realizó en todo el país la Colecta Nacional de Cáritas. Todo un signo de la solidaridad puesta en acción de parte de los argentinos. En todos los templos se pusieron monedas o billetes que engrosaron una suma destinada a paliar las necesidades de nuestros hermanos más carecientes. Muchos voluntarios recorrieron con alcancías los hogares, para que quien no va a la Misa también pudiera expresar su ayuda de manera monetaria.
Junto a esto, en nuestra provincia de Entre Ríos, nos golpeó durante la semana la noticia de que se quemó mercadería vencida destinada a los pobres de nuestra Patria Chica. De todo esto se ha dicho y se dirá mucho más aún. De parte del oficialismo para sancionar a los responsables y explicar lo sucedido. De parte de la oposición, para sobredimensionar el hecho manchando a todos los funcionarios en un año eminentemente electoral.
Hoy, nosotros, quisiéramos estar un escalón más arriba de ese debate. No porque no creamos que se deba dar. Al contrario. Sino porque lo ocurrido es un signo de una conducta que nos está caracterizando cada vez más a los argentinos: la desidia frente a la cosa pública.
¿Qué es lo que ocurrió? Más allá del funcionario de turno que no repartió los alimentos antes de que se venciera su tiempo de seguridad para el consumo humano o, que no tomó las medidas necesarias para impedir que el moho destruyera la mercadería. Más allá del nombre concreto de ese funcionario, hay una conducta que se repite constantemente. Hoy nos caracteriza la preocupación por nuestros propios intereses. Lo que me beneficia o beneficia a mis familiares o amigos está bien. El resto es discutible. Y, a causa de esto, voy perdiendo la noción de los límites que debo tener o de la preocupación por las cosas que son de todos o que nos benefician a todos.
Recordemos algunos ejemplos, solamente como botones de muestra.
¿Por qué frente a un semáforo rojo un auto frena pero una moto o una bicicleta, generalmente pasan de largo? ¿Por qué lo que es rojo para un auto es verde para una moto?
¿Qué hacemos cuando compramos algo y el empleado nos pregunta si lo deseamos con factura o sin factura? ¿Basta para justificarse decir que al comprar sin factura evitamos pagar un impuesto que, seguramente, se robarán los políticos?
¿Por qué robamos las plantitas con las cuales adornan nuestras plazas? ¿Acaso es porque estamos convencidos de que lo que es de todos no es de nadie?
¡Cuantos ejemplos más podríamos poner desde nuestras conductas cotidianas!
Y surge una contradicción. Frente a una inundación o a la colecta de Cáritas somos generosos y solidarios. Pero, en lo cotidiano, nos avanza cada vez más la desidia frente a la cosa pública.
Estas semanas escucharemos muchos discursos del oficialismo y la oposición tratando de explicar o sacar provecho de la situación creada. Una propuesta: antes de hablar escuchemos a Jesús que nos dice: “¿Qué pasa? Ves la pelusa en el ojo de tu hermano, ¿y no te das cuenta del tronco que hay en el tuyo? ¿Y dices a tu hermano: Déjame sacarte esa pelusa del ojo, teniendo tú un tronco en el tuyo? Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.”
Ojalá que cada uno de nosotros saquemos de nuestro ojo el tronco de la desidia frente a la cosa pública. Sólo así veremos con claridad que otra Argentina es posible.