En cuantos aspectos de la realidad cotidiana los argentinos nos merecemos un debate serio… sereno… profundo. Uno de ellos es el derecho de huelga y su relación con el bien común. Este es un tema urticante, sobre todo en períodos eleccionarios. Pero nos debemos como ciudadanos esta discusión que cada vez es más urgente. Lo ocurrido en la ciudad de Paraná en estos últimos días me ha hecho pensar sobre esto.
Para quienes no son habitantes de esta hermosa ciudad, les comento en grandes líneas. Por problemas laborales, digámoslo así (sin detalles) una parte de los recolectores de basura hicieron un paro. En esta ciudad el servicio no está privatizado, por lo cual los recolectores son empleados municipales. Pero en medio del fragor huelguístico, no sólo dejaron de juntar la basura, sino que también volcaron varios camiones frente a la municipalidad, es decir, en pleno centro de la ciudad y a escasos metros de dos establecimientos educativos a los que concurren miles de niños y adolescentes. Este es un acto que de por sí es repudiado por cualquier persona que tenga dos dedos de frente.
Pero… la falta de recolección de residuos domiciliaros hizo que se juntaran en las calles, o en las casas, varias bolsas de estos. ¿Nos imaginamos cuántos gérmenes están rondando entre nosotros a partir de este hecho? Esas simples bolsitas de basura se transformaron en bombas destinadas a minar la salud de aquellos que, incluso, pagaron para que un servicio público, higiénico, se les suministrara.
A veces los obispos dicen palabras difíciles en sus comunicados al final de las reuniones de la Conferencia Episcopal Argentina. Difíciles, por lo menos, para el vulgo que no está acostumbrado a usarlas. Pero por difíciles no son carentes de significado y contenido. Y cuando las entendemos nos iluminan el camino a seguir. Concretamente, en el último mensaje dijeron sobre “el bien común: es el bien de todos los hombres y de todo el hombre. Debemos ponerlo por sobre los bienes particulares y sectoriales. Su primacía sustenta y fortalece los tres poderes del Estado, cuya autonomía, real y auténtica, se hace imprescindible para el ejercicio de la democracia. Dicho bien común se afianza cuando la autoridad sanciona leyes justas y vela por su acatamiento. También el ciudadano está obligado en conciencia a cumplirlas, salvo que se opongan a la ley natural.”
Bien común, bien particular, bien sectorial… tres conceptos que debemos reordenar en nuestras prácticas cotidianas. En el ¿pasado? conflicto de la basura el bien sectorial primó por sobre el bien común. Un grupo de trabajadores con sus reclamos (¿justos o injustos?… no opinamos sobre ese tema) puso en jaque la salud del conjuntos de los pobladores… Por eso nos preguntamos si el ejercicio del derecho de huelga es absoluto o es relativo. ¿es cierto que mis derechos terminan donde comienzan los derechos de los demás? ¿es cierto que mis derechos suponen, a la vez, obligaciones de mi parte?
Que quede bien en claro, no contradigo ni el derecho de huelga ni el principio del bien común… solamente estoy diciendo que nos debemos una gran discusión ciudadana en la cual podamos entrever la manera de conciliar nuestros derechos humanos sin cortar calles, puentes o contaminar el ambiente.
Es sugerente lo que nos decían nuestros Obispos en ese mismo mensaje: “la experiencia nos ha enseñado que una sociedad no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino sobre todo cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos que se traduzcan en políticas de Estado, que orienten hacia un proyecto común de Nación. Este sigue siendo un fuerte desafío para nuestra democracia.”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *