Misterio tremendo y fascinante es la Gloria del Dios Vivo que desciende a nuestro encuentro. Y vamos detrás de Él, ávidos de encontrarlo, saborearlo, gozarlo… colmar nuestro corazón. Pero… ¿dónde estás, Amado mío, que te escondes de mi rostro?
La búsqueda se hace azarosa… porque las "cosas grandiosas" no son comunes en la rutina de nuestro día en día. Son acontecimientos que ocurren muy pocas veces… más menos que más. ¿Entonces? ¿Dejarnos estar porque la Gloria está fuera de nuestro alcance?
Pues bien… la Gloria no se encuentra lejos de nuestros ojos. Está presente en los detalles, escondida en lo común y ordinario… en lo “intrascendente”. Es el detalle de la belleza de un cardo al cual no nos detenemos a contemplar… porque no vale la pena.
Jesús hablaba de los lirios del campo, del alimento de los pájaros, del cabello que se nos cae, de la lámpara en el medio de la habitación, del pan con levadura, de la sal, del agua… todos detalles de la Gloria que está junto a nosotros. Por eso nos advierte que si no tenemos mirada de niños… nos perdemos de lo lindo que llena el corazón. ¿No?
Muy bueno Padre, sencillo, entendible y muy sentido.
Cuanta razón tiene Padre, sólo un niño es capaz de contemplar lo hermoso de sus alrededores, para ellos todo es bonito y no se complican la vida como nosotros los adultos. Gracias por esta reflexión Dios le bendiga.